Continúo el análisis del texto de Foster y Clark (FC) “El Capitaliano. La primera edad geológica del Antropoceno”, publicado por La Alianza Global Jus Semper en https://www.jussemper.org/Inicio/Recursos/Info.%20econ/Resources/JBellamyFoster+BClark-ElCapitaliniano.pdf. El “pico dorado” que determina el final del Holoceno y el comienzo del Antropoceno no se ha definido aún. Los candidatos son radionúclidos y plásticos, “ambos productos de la edad sintética que representan la aparición de una transformación cualitativa en la relación del hombre con la tierra”. Los radionúclidos de origen antropogénico proceden principalmente de numerosas pruebas nucleares y de dos bombardeos atómicos en la 2ª guerra, que introdujeron lluvia radiactiva en forma de yodo-131, cesio-137, carbono-14 y estroncio-90 que se han esparcido en toda la biosfera. Los radionúclidos han dejado un registro permanente en todo el planeta en sedimentos, suelo y hielo glacial, sirviendo como marcadores estratigráficos independientes que serán detectables durante milenios. Un intercambio termonuclear masivo a escala mundial que generara megaincendios en cien o más grandes ciudades, podría provocar un “invierno nuclear” por el hollín que se acumularía en la estratósfera, bajando bruscamente la temperatura varios grados. Las armas nucleares representan, por tanto, un cambio enorme en la relación humana con La Tierra, marcando el Antropoceno que no sólo deja su firma en el registro estratigráfico, sino que introduce elementos radioactivos específicos en la composición de toda forma de vida. Los plásticos resultaron de los desarrollos de la química orgánica en los años 50. Los residuos plásticos están en todo el planeta. La mayor parte del plástico, fabricado a partir de hidrocarburos, no es biodegradable, por lo que se acumula en todos los ecosistemas. Por ello se le considera potencial indicador estratigráfico del Antropoceno. Los plásticos y los productos petroquímicos en general representan un cambio cualitativo en nuestra relación con La Tierra. Han dado lugar a la propagación de una serie de sustancias químicas mutagénicas, cancerígenas y teratogénicas (causantes de defectos de nacimiento) especialmente dañinas porque no son producto de la evolución. Muchas se caracterizan por la bioacumulación (concentración en organismos individuales) y la biomagnificación (concentración en niveles más altos en la cadena alimentaria), que representa una amenaza creciente y todo-penetrante para la vida. De acuerdo con FC, lo que hoy se llama la Gran Aceleración (dramático aumento de CO₂ en la atmósfera, acidificación oceánica, biodiversidad a la baja) ha tenido como epicentro a EU, que personifica lo capitaliano. La interminable búsqueda de ganancias ha ampliado enormemente los flujos de materiales, ha impuesto más demandas a los ecosistemas y generado más contaminación. FC concluyen: “La hora de la verdad se cierne sobre nosotros. Actualmente nos encontramos en un largo periodo de crisis y transición en el que la sociedad humana generará una relación estable con el Sistema Tierra o experimentará un colapso civilizatorio, como parte de una gran muerte de la vida en la Tierra o sexta extinción. El futuro de la civilización exige que la humanidad emprenda colectivamente una revolución ecológica y social que transforme radicalmente las relaciones productivas y forje un camino hacia el desarrollo humano sostenible. Esto implica regular el metabolismo social entre la humanidad y la tierra, asegurar que funcione dentro de los límites planetarios. En estos términos, existe una necesidad histórica objetiva de la 2ª edad geológica del Antropoceno: el Comuniano”.
FC inician así la última sección de su artículo: “Si la humanidad histórica ha de sobrevivir, la civilización capitalista actual, dedicada sólo a la búsqueda de ganancias como fin en sí mismo, que provoca una fractura antropogénica en el Sistema Tierra, debe dar paso necesariamente a una civilización ecológica enraizada en valores de uso comunales. Este es el significado real de la “crisis existencial” planetaria. En este Gran Climatérico, señalan, no basta con frenar las tendencias destructivas, también es necesario poner en marcha su reversión efectiva. P. ej. la concentración de CO₂ que estaba en 419 partes por millón (ppm) en mayo de 2021, y que se dirige con rapidez a 450 ppm, tendrá que volver a 350 ppm y mantenerse ahí para evitar la catástrofe climática. Esto expresa la necesidad de una nueva civilización ecológica y la generación antropogénica de una nueva Edad Comuniana dentro del Antropoceno. Esta transición no puede lograrse mediante la codicia, basándose en la ingenua creencia que esto conducirá automáticamente a un bien mayor, lo que a veces se denomina la “falacia de Adam Smith”. Sólo podría lograrse siguiendo una vía de desarrollo humano sustentable que sólo puede transitarse mediante una planificación social, económica y ecológica fundada en un nuevo sistema de reproducción social metabólica. Crear tal civilización ecológica en el mundo contemporáneo requeriría un ímpetu radical proveniente del fondo de la sociedad, fuera del ámbito de los intereses creados. Este vuelco de las relaciones sociales de producción dominantes requiere una larga revolución que emane del movimiento masivo de la humanidad. Las realidades de hoy están dando lugar a un proletariado ambiental naciente, definido por su lucha contra las condiciones ambientales y económicas opresivas. Son ya evidentes movimientos ambientales amplios en nuestro tiempo, como el Movimiento de los Campesinos sin Tierra en Brasil, el movimiento internacional La Vía Campesina, las luchas para el Nuevo Green Deal de los Pueblos, la justicia ambiental y el Red Deal de las American First Nations. FC concluyen así su escrito: “El advenimiento del Comuniano, o de la edad geológica del Antropoceno que sucederá al Capitaliano, salvo que se produzca un evento de extinción final del Antropoceno, requiere una revolución ecológica, social y cultural, dirigida a la creación de relaciones colectivas dentro de la humanidad en su conjunto como base para una comunidad más amplia con la tierra. Requiere una sociedad dirigida tanto a la igualdad sustantiva como a la sustentabilidad ecológica. Las condiciones para esta nueva relación con La Tierra las expresó elocuentemente Marx: ‘Considerada desde el punto de vista de una formación económica superior de la sociedad, la propiedad privada de algunos individuos sobre la tierra parecerá algo tan monstruoso como la propiedad privada de un hombre por su semejante. Ni la sociedad en su conjunto, ni la nación ni todas las sociedades coexistentes, son propietarias de la Tierra. Son sus poseedoras, sus usufructuarias, llamadas a usarla como boni patres familias y a transmitirla mejorada a las futuras generaciones’ ( El capital, Libro III, FCE; pp. 710-720). Esta reconstitución revolucionaria de la relación humana con la tierra no debe descartarse como mera concepción utópica; es una visión que acompaña una lucha histórica que deriva de la necesidad objetiva y subjetiva de supervivencia humana. En el siglo XXI será esencial para los ‘condenados de la tierra’, reafirmar, a un nivel superior, sus relaciones comunales con la tierra: el nacimiento de otra edad”. Este domingo 31 de octubre inicia en Glasgow nuestra última oportunidad. No se atrevan a dejarla pasar.