La tarde del 15 de abril de 2019, comenzó a incendiarse la catedral de Notre Dame, en París. La caída de la aguja de madera y plomo que coronaba una de las torres, dio la vuelta al mundo y se convirtió en símbolo de la tragedia de esta joya del gótico, cuya construcción se inició en 1163. Gracias a la eficiente labor de cientos de bomberos, se pudo controlar el fuego. Notre Dame se salvó de quedar reducida a cenizas. El origen del siniestro aún se desconoce.
Al día siguiente, el presidente Emmanuel Macron anunció que quedaría reconstruida en 2024, cuando París realice los Juegos Olímpicos. Se mostró partidario de darle un “gesto arquitectónico contemporáneo”, porque, entre otras cosas, la aguja destruida no era la original. La hizo en el siglo XIX el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc, responsable de la última restauración que tuvo la catedral.
Demasiadas prisas, criticaron muchos expertos. Y la gran pregunta: ¿cómo reconstruirla? Para ello, el gobierno anunció un concurso internacional. Opinaron varios afamados arquitectos, como Ian Ritchtie, Norman Foster y Jean-Michel Wilmotte. Señalaron que la icónica aguja debía “modernizarse” según los nuevos tiempos. Pronto tuvieron respuesta: hacer una aguja diferente a la que consumió el fuego, era “amputar la catedral”.
Finalmente se desechó la propuesta de “modernizar” la parte destruida por las llamas. La reconstrucción será idéntica a la original, pero se utilizarán materiales y técnicas de trabajo eficientes y seguras.
Más de dos años llevó retirar los escombros, rescatar las obras de arte afectadas y reforzar los cimientos de la catedral. La tarea de regresarle su esplendor comienza el próximo enero.
Pero desde unos días después del incendio ya trabajaban en ello los más destacados científicos, historiadores y arqueólogos; los mejores artesanos. Estos últimos dejan relucientes los 39 mil metros cuadrados de vitrales del recinto; herreros y carpinteros se ocupan de las maderas de roble para reconstruir el techo, la aguja, su cubierta y el crucero. Los restauradores lo hacen con las valiosas obras de arte dañadas y con las 24 capillas, una dedicada a la Guadalupana.
Los gastos para que en 2024 Notre Dame luzca todo su esplendor se cubren con fondos del Estado, aportes millonarios de las grandes fortunas del país, los ciudadanos y otras fuentes. Bien vale la pena.