Morelia, MIch., Teresa Camou Guerrero, directora del documental Cruz, en competencia en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), rememoró: “Conozco a Cruz desde 2001. Trabajamos varios años juntos impartiendo talleres en la sierra Tarahumara. Él, derecho agrario y yo, teatro comunitario. Dede esa época nos une una estrecha amistad que me ha permitido estar muy cerca de él y de su familia, despojada de su tierra. Soy testigo de las atrocidades que han vivido y de su desesperanza ante la lucha que mantienen por el digno retorno a su lugar de origen. Como me dedico a contar historias, quería que ésta sí se conociera”.
La realizadora narró: “En el noroeste de México se levanta una extensa y sinuosa cadena montañosa conocida como la Sierra Tarahumara. En ella se origina la historia de Cruz, un rarámuri fuerte y pacífico que ha dedicado su vida a la comunidad. Hace cinco años él, sus hijos y 75 familias más fueron despojados de sus tierras por el narcotráfico al rehusar cambiar la siembra de maíz por la de amapola. Su vida se transformó por completo. Ahora viven como refugiados en una ciudad donde cada día van perdiendo su identidad, sólo salen de sus casas para trabajar, ir a la escuela y comprar comida. Aquí no se puede confiar en nadie. Ellos viven bajo el miedo constante de que en cualquier momento los descubran y maten”.
Camou Guerrero agregó: “De forma simultánea en un vasto territorio, pleno de montañas, barrancos y caminos sinuosos, está el hogar de Luis y Aurora, pareja rarámuri que vive de lo que produce, en libertad. El aprecio por su cultura y su respeto a la vida y la naturaleza es enorme. Trabajan la tierra con mucha dedicación, bendiciéndola con rezos y agua bendita para después sembrarla de maíz y frijol. Platican de la inseguridad y la violencia que se ha generado en toda la región desde que llegó el narco, y de cómo la vida ha cambiado. Temen que pronto enfrentarán la misma suerte que Cruz”.
Tragedia de miles de familias
La cinerrealizadora considera qu su cinta “retrata una cruda realidad al narrar el antes y el después de una catástrofe que miles de familias mexicanas enfrentan: la terrible violencia que surge del narcotráfico. Algunas se van a las ciudades para escapar de la violencia; otras buscan refugio en Estados Unidos.
“Mientras pasa el tiempo, Cruz pierde la esperanza de que el gobierno llegue a arrestar a los responsables del exilio de su familia, que exige respuestas y a la que la situación la orilla hacia una red de violencia y criminalización.”
Relató: “El último hijo vivo de Cruz, Joel, fue arrestado, acusado de crímenes que él dice que nunca cometió, encarcelado y sometido a un juicio plagado de irregularidades. Ahora Cruz encabeza la lucha en defensa de su hijo, para que su regreso digno a la comunidad, a fin de que no sea criminalizado por el gobierno mexicano. Cruz, su familia y otros miembros de la vieja comunidad se reúnen para preparar un yumare en la ciudad, a la vez una expresión de la resistencia y una manera de mantener viva su identidad cultural. El rito exorcizará el mal de sus vidas y les dará la fuerza y unidad que necesitan para seguir. Cruz baila pascol, haciendo resonar las sonajas a lo largo de la noche mientras espera la salida del Sol y un nuevo comienzo. A pesar de todos los problemas que los aquejan, los rarámuris saben cómo ser felices”.
La situación que se presenta en el documental Cruz, señaló Camou Guerrero, “también es la historia de otras miles de familias y personas de comunidades indígenas y campesinas en México que han sido obligadas a dejar su tierra y forma de vida a consecuencia de la violencia. En el contexto de violaciones a los derechos humanos, el tema del desplazamiento forzado interno ha pasado desapercibido. En especial, porque se trata de un sector social que no cuenta con una plataforma para alzar la voz y exigir atención eficiente del Estado. No hay cifras exactas de cuántas personas, familias y comunidades han tenido que abandonar su hogar, su gente, su trabajo y su cultura por el narcotráfico. La mayoría de las personas desplazadas prefiere hacerse invisible a denunciar por miedo a que los maten”.
La realizadora concluyó: “La película busca crear conciencia, insta a abrir los ojos, a entender las consecuencias de la producción ilegal de enervantes en las comunidades indígenas y campesinas. Aborda la pérdida de la tierra y la identidad, así como la falta de justicia en México”.