A últimas fechas, han menudeado los estudios de alcance regional sobre la pandemia y sus consecuencias. Entre los que he tenido oportunidad de examinar me ha parecido de especial interés uno dedicado al África subsahariana: 47 naciones y dos territorios no autónomos que, a mediados de los años 60 del siglo XX, hallaron causa común en la desnuclearización del continente. Un trabajo aparecido el presente mes examina los efectos de la pandemia sobre las economías subsaharianas, con especial énfasis en la situación de su deuda externa y cuidadoso análisis de sus acciones para responder a la emergencia sanitaria y otras exigencias conexas.*
Ofrezco un resumen de algunos contenidos que encierran, a mi juicio, lecciones útiles para otros países en desarrollo, en especial los de ingreso bajo.
Quizá la región más pobre del planeta, África subsahariana, de manera que no deja de parecer paradójica, ha resultado una de las menos golpeadas por la pandemia. Si bien aloja a 14 por ciento de la población mundial, para septiembre de 2021 aportaba sólo tres de cada 100 contagios de Covid-19 en el mundo e igual proporción de los decesos: 3 por ciento. Entre los factores que podrían explicarlo se cita la alta proporción de población joven y “a los tempranos confinamientos preventivos establecidos por muchos de sus países desde marzo de 2020”. “Acudieron al endeudamiento para financiar paquetes de estímulos en auxilio de los grupos en riesgo y las empresas afectadas, soluciones educativas creativas e inversiones en infraestructura de salud”, subrayan los autores.
Emplean la expresión “endeudamiento pandémico” para aludir a aquella parte de la deuda contratada “que rebasa la acumulación esperada de deuda y, por la crisis de Covid, excede las proyecciones esperadas”. Para la región en su conjunto, la “deuda pandémica” se calcula en 8.5 por ciento por encima de la proyectada. En relación con el producto, antes de la pandemia (2019) la deuda se cifró en 55.4 por ciento y, con la pandemia, se estima en 63.1 por ciento para 2020 y 60.3 por ciento para 2021.
Se agudiza así, en nuevos términos, un dilema que la región ha resentido largo tiempo. Ahora “muchos países de África subsahariana acuden al endeudamiento para financiar dosis adicionales de vacunas y transitar la difícil transacción entre el costo en vidas y el apego a la prudencia financiera que, a mediano plazo, favorecería el desarrollo de redes de protección y servicios sociales esenciales”.
Los efectos negativos que ha resentido la actividad económica en los países de esta región no han sido sustancialmente distintos de los observados en otras áreas y continentes. “Incluyen impactos negativos sobre el volumen del comercio exterior, tanto exportaciones como importaciones; los servicios, en especial turismo, hotelería y transporte aéreo; remesas y productos básicos, así como disrupciones de la actividad económica interna resultantes de las medidas de confinamiento y de la afectación de las cadenas globales de oferta y de valor.” Los impactos negativos sobre el comercio internacional revistieron particular importancia, pues “alrededor de un tercio de los países africanos obtienen la mayor parte de sus ingresos de divisas de la exportación de materias primas”. La afectación a las importaciones también ha sido importante. “En particular, [la contracción de] las importaciones procedentes de China ha resultado en la escasez de bienes de consumo básico y ha afectado en especial a los comerciantes pequeños y vulnerables. Los productos chinos se han vuelto esenciales en la vida de los segmentos económicos menos favorecidos.”
A pesar de su dependencia de la exportación de productos básicos, ya señalada, “en contraste con los países petroleros, los países de la región, en especial los del área oriental, tienen economías más diversificadas y mantienen importantes corrientes de comercio intrarregional, por lo que han resultado menos afectados económicamente por el Covid-19”. En suma, África subsahariana, tras una contracción económica de sólo 1.8 por ciento en 2020, espera una recuperación de 3.4 por ciento en el año en curso. “No se prevé que la región recupere el ritmo de expansión previo a la pandemia sino hasta 2022 o incluso 2023.”
Se teme un efecto más extendido en el tiempo: dado que gran número de países de la región deberán hacer frente a mayores desembolsos por servicio de la deuda al tiempo que dispondrán de menores recaudaciones, “existe el peligro de que los gobiernos se vean forzados a canalizar sus muy limitados recursos a reparar los daños económicos causados directamente por la pandemia y a posponer inversiones vitales de largo plazo, incluyendo las destinadas a infraestructura”.
Es evidente que esta misma disyuntiva se planteará a numerosos países en desarrollo en otras regiones y continentes, incluso a algunos de mayor desarrollo relativo.
* Véase Chris Heitzig y otros, Sub-Saharan Africa’s Debt Problem: Mapping the pandemic’s effect and the way forward, Brookings Institution, Washington, octubre de 2021, 29 pp (www.brookings.edu)
Antonio Gazol Sánchez (1940-2021).