París. La agricultura, que produce muchas emisiones de dióxido de carbono (CO2), también puede contribuir a frenar el cambio climático gracias al almacenamiento de carbono, una técnica que implica un cambio en los usos del suelo y que se remunere a los campesinos por ello.
Gracias a la luz, los árboles absorben el dióxido de carbono del aire y lo transforman, separando el carbono del oxígeno, que es devuelto a la atmósfera. En esto consiste la fotosíntesis. El carbono se almacena en raíces, troncos, ramas y hojas y servirá para crear la materia orgánica que hará crecer las plantas.
No obstante, el cambio en los usos de las tierras y su deforestación y conversión en terrenos de cultivo constituyen una de las principales fuentes de emisión.
La agricultura representó 12 por ciento de las emisiones mundiales vinculadas a la actividad humana, según la ONU. Ésta puede, sin embargo, resultar una aliada en el desafío de alcanzar la neutralidad del carbono alrededor de 2050, un objetivo establecido por decenas de países en el mundo para limitar el calentamiento global a 1.5 grados centígrados respecto al periodo preindustrial.
Los suelos agrícolas son la mayor reserva de carbono en el planeta, con técnicas adaptadas, pueden capturar ese dióxido. La apuesta por cultivos “intermediarios” entre dos cosechas permite evitar la erosión del suelo. Estas plantas devuelven la biomasa y el carbono al terreno.
Otra técnica consiste en preparar prados temporales en terrenos agrícolas para dotar a la tierra de una capa vegetal que aumente su biomasa. Plantar árboles en medio de los cultivos también favorece la biomasa y el almacenaje de carbono.
La FAO reivindica una “agricultura de conservación”, que altere lo menos posible los terrenos, los deje cubiertos y diversifique los cultivos.
Un estudio del instituto de investigación francés INRAE demostró que gracias a las técnicas de almacenaje de carbono en el suelo se podrían compensar 7 por ciento de las emisiones de CO2 en Francia, es decir, 40 por ciento de las emisiones agrícolas.
Esta apuesta resultaría especialmente benéfica para las grandes explotaciones agrícolas. No obstante, tiene sus “límites”, destaca Jean-François Soussana, experto climático de la ONU y vicepresidente del INRAE. Por ejemplo, si los agricultores dejan sin cultivar sus terrenos durante el invierno, “entonces perderemos progresivamente los beneficios que habíamos logrado”.
Para convencer a los agricultores de que cambien sus prácticas y costumbres se les debe aportar incentivos financieros, que pueden otorgarse mediante ayudas estatales o con la intervención de empresas a través del mercado del carbono.