Claudio X. González tiene todo el derecho como ciudadano de ejercer un rol de oposición al régimen de la 4T. Tiene toda la potestad para practicar la discrepancia política aun bajo formas tajantes de argumentación y posicionamientos. El sistema de libertades de la democracia mexicana le ampara. Con habilidad ha logrado construir un bloque de oposición entre los principales partidos de México. Sin embargo, la insinuación que Claudio deslizó en un tuit, el pasado viernes 22 de octubre, es muy preocupante porque rompe con el espíritu que la democracia circunscribe en las normas de convivencia política. Así lo expresó: “Hay que tomar nota de todos aquellos que, por acción o por omisión, alentaron las acciones y hechos de la actual administración y lastimaron a México. Que no se olvide quien se puso del lado del autoritarismo populista y destructor”.
Hasta ahora Claudio había sostenido una oposición firme, mediática y leal. Insinuar una especie lista negra de simpatizantes morenistas y de AMLO, es políticamente anticlimático. Un error mayúsculo. Tiene un tufo de animosidad y revancha propia de regímenes represivos. Claudio es un hombre astuto y sabe bien que se le pasó la mano. Dicha alusión revive los fantasmas reservados en la memoria del continente. Las tragedias vivenciadas en Brasil, Argentina, Uruguay y Chile, cuyas listas negras fueron usadas para el exterminio de miles ciudadanos de oposición. Nos remiten a las pesadillas históricas que desataron los dictadores más sangrientos, como las de Videla, Pinochet, Stroessner y Somoza, cuyas listas fueron utilizadas para aniquilar todo sesgo de crítica. La desafortunada sugerencia de Claudio nos remite a la guerra sucia que vivió México bajo los funestos Miguel Nazar Haro o Arturo El Negro Durazo, ensangrentados defensores del régimen priísta de los años 70.
La reacción no se ha hecho esperar. Los simpatizantes de Morena han calificado el lance de González Guajardo como “oposición fascista”. Como un acto intimidatorio que transpira odio y exterminio. El hashtag “QueMeAnotenEnLaLista”, inundó Twitter, fue tendencia, en respuesta al atrevimiento de Claudio. Sabiendo el impacto negativo de su yerro y sus consecuencias, el propio Claudio retuiteó, llamando a la unidad a la oposición con miras a las elecciones de 2024. Sabe bien las consecuencias y probables deslindes. Sus defensores han querido mostrar que las listas, igualmente AMLO las exhibe en cada mañanera señalando y amenazando a los opositores. Que el principal factor de polarización es el Presidente bajo un viejo esquema de populismo autoritario.
Hay que recalcarlo: la polarización social existe en México y data de antes de la asunción de la 4T. Un país tan desigual, injusto, lacerado, colmado de carencias y contrastes de insulto. Dichas discordancias sociales habían implosionado de tal manera que las elecciones de 2018 sirvieron de válvula de escape en el ánimo social. Las urnas y no AMLO reflejan el grado de polarización que impera en el país.
La oposición, en todo su derecho, utiliza el estilo pendenciero del Presidente para refutar a sus adversarios. Quizá no estábamos acostumbrados a un mandatario encarador, que se pone los guantes y se sube al ring de la plaza pública a debatir con sus opositores. ¿O prefieren al hombre del poder que reprime debajo de la mesa sin arrugarse camisa? Los hombres del poder, en el pasado, asechaban en secreto y disimulo desde las mazmorras de su imperio. El político turbio que aniquilaba con diferentes métodos a sus contrincantes.
Ahora existe una sustantiva libertad de opinión y los opositores descontentos o desilusionados de AMLO gozan de las garantías de las reglas de la democracia. Las polarizaciones no son privativas de México ni debe extrañarnos siempre y cuando los actores muestren respeto a la democracia. Muchos países en la esfera pública se han visto contorsionados como las pasadas elecciones de Estados Unidos, los candentes debates en España; las movilizaciones sociales que han crispado el debate en Chile, Francia y Grecia. Lo que está en juego es la calidad de la democracia en contextos de confrontación social. La calidad de la democracia debe ser protegida por los principales actores de la sociedad política para mostrar capacidad para canalizar sus intereses y gestionar pacíficamente las deferencias e incluso los antagonismos.
El régimen político democrático debe encontrar mecanismos y equilibrios para administrar los conflictos y los intereses de la sociedad. Por ello resulta contrastante el posicionamiento de Claudio X. González, cuyo activismo opositor se centraba en el rejuego del poder de las urnas y no en los amagos de intolerancia. Quien no piense como yo sobre la democracia está equivocado. Hay un sesgo autoritario que escapa a las reglas del entendimiento democrático. Claudio proviene de un tipo de filantropía corporativa, arropado en el tercer sector de la sociedad, desde ahí se ha posicionado políticamente. Los valores y principios del sector filantrópico han sido rebasados en el polémico tuit debido a su pasión política. Eso espero y sea un giro que desarrope un talante autoritario y punitivo.
Me preocupan las señales de radicalización de la derecha. La recomposición del conservadurismo católico, secular empresarial y evangélico. Estos sí son fascistas. Frenaa disruptivo y progolpista. La incidencia del ultraderechista español Vox en sectores del PAN. Grupos de las organizaciones de la sociedad civil que han radicalizado su actitud anti-AMLO. Un Yunque cada vez más cínico y provocador e intelectuales que desbordan intolerancia, propia de la Santa Inquisición, como el llamado del escritor Francisco Martin Moreno para quemar vivos a los simpatizantes de Morena.