Privatizadores a ultranza, creyentes de que el Estado sólo debe ponerse al servicio de las grandes corporaciones (nacionales y foráneas) y no de la ciudadanía que los eligió, los gobiernos europeos pasan las de Caín para justificar la “no intervención”, el “respeto a las reglas”, el “déjelas, que ya pasará” y el sacrosanto “mercado” (entelequia ésta impuesta por los intereses económicos de las empresas a las que no quieren tocar ni con el pétalo de una rosa), mientras las tarifas eléctricas que cobran esos consorcios alcanzan niveles estratosféricos y los consumidores deben vivir en tinieblas, porque, según dice la “autoridad”, se trata de “un asunto pasajero”.Crearon el Frankenstein y ahora no quieren ni saben cómo meterlo en cintura.
Desde las muy desarrolladas y primermundistas tierras europeas llega la noticia: “nueve países de la Unión Europea, entre ellos Alemania, unieron fuerzas para decir que no apoyarán una reforma al mercado energético.La crisis que está impactando los recibos de luz de comercios y consumidores ya es reconocida por los líderes de la UE, pero ha resultado problemático establecer una respuesta común dentro del bloque de 27 estados miembros para lidiar con su golpe” ( La Jornada).
Por si fuera poco, “como se prevé que el aumento de los precios energéticos dure hasta finales de la próxima primavera (finales de marzo de 2022), los países miembros acordaron la semana pasada que una serie de medidas propuestas por la rama ejecutiva de la UE, in-cluyendo el pago de recibos a plazos y recortes de impuestos, deberían implementarse para abordar los efectos a corto plazo. Como los mercados energéticos tienen impulsores globales, debemos ser cautelosos antes de ‘in-terferir en el diseño de los mercados energéticos internos’, escribieron los nueve países en un comunicado ayer. Necesitamos un mercado energético de la UE bien integrado que funcione basado en mecanismos de mercado –transparentes y competitivos– y buenas interconexiones como parte de la solución para fortalecer la resiliencia de los impactos en precios” ídem).
La crisis energética en Europa es resultado de la pérdida total de soberanía en ese renglón, mientras los gobiernos ni con el pétalo de una rosa se atreven a tocar a los corporativos que con el “mercado”, el suyo, hacen lo que les da la gana en detrimento de millones y millones de usuarios que dirimen su cotidianidad entre la penumbra, las velas y unos cuantos minutos de electricidad, porque no tienen con qué pagar los recibos.
Pero esos mismos gobiernos, brillantes que son, sólo atinan a ofrecer “plazos” (mensualidades, pues) para que los consumidores paguen sus respectivos recibos (ni un centavo menos, aunque tal vez con intereses), al tiempo que sacrifican impuestos (que cubren los propios usuarios del servicio) en beneficio… de las empresas que han incrementado brutal y velozmente las tarifas. Entonces, es absoluta pérdida de soberanía energética y de progenitora.
Según información de Eurostat, las ta-rifas eléctricas (impuestos incluidos) más elevadas ahora registradas en Europa son las que pagan alemanes, italianos, belgas y franceses, incluso por arriba de las que deben cubrir los españoles por el “aumento pasajero”. Pero es precisamente el gobierno alemán el que encabeza el bloque de países que se niega a “apoyar una reforma al mercado energético”, aunque sí permite que sus ciudadanos sean exprimidos por los consorcios que controlan el mercado.
A miles de kilómetros de ese atraco (“pasajero”, con la venia de los gobiernos europeos), el presidente López Obrador es claro: “no se pueden quitar recursos al pueblo ni detener el desarrollo del país para beneficiar a minorías”. Por ejemplo, “quieren acabar con la CFE, pero, ¿qué va a suceder cuando dominen los monopolios? Pues lo que pasa en España, el precio de la luz se va a ir a las nubes” (y de ninguna manera sería algo “pasajero”). Entonces, se trata de que el Estado cumpla con su función social, “y que conste: la ‘libertad de mercado’ que pretenden es la del zorro en el gallinero”.
Las rebanadas del pastel
Atento mensaje a quienes “se están frotando las manos”: el litio mexicano es un mineral estratégico que debe quedar bajo el dominio de la nación; no podemos dejarlo al mercado, no queremos que lo exploten en beneficio de particulares, ni nacionales ni extranjeros (AMLO dixit).