En el mejor de los tonos perredistas, hace unos cuantos días en la más pequeña de las alcaldías de la ciudad, un “colectivo de Morena” bien identificado con la secretaria general del organismo, Citlali Hernández, citó a una reunión que no fue abierta para toda la militancia, sino sólo al grupo afín a la funcionaria mencionada.
El primer sorprendido por tal convocatoria fue quien está al frente de Morena en la ciudad, Tomás Pliego. Algo andaba mal. Sí había la intención de lograr un encuentro de morenistas en la alcaldía –cada 14 días invita a una reunión en alguna demarcación–, se estaban ultimando los detalles, pero aún no se cocinaba la fecha. Los de Citlali lo sabían.
La reunión a la que citaría Pliego señalaba una diferencia con la que pretendía hacer el colectivo. A la de Pliego se invitaría a toda la militancia sin importar a qué tribu pertenecían. La otra llamaba sólo a su tribu.
De todas formas la invitación corrió hasta quien preside ese partido en la ciudad. ¿Cómo? ¿De qué se trata? Así, o más o menos así, respondió Tomás Pliego cuando amablemente se le hizo saber que tenía un lugar especial para presenciar y con ello validar la reunión de Morena en Iztacalco.
El rechazo fue inmediato, por más amable que se corriera la invitación. Estaba claro, sólo una parte de Morena en la alcaldía asistiría a la reunión, los simpatizantes de Ci-tlali. Ni el alcalde actual estaba en la lista de los convidados.
Eso le quedó claro a Pliego cuando le preguntó a Armando Quintero cuál sería su participación en esa reunión. Quintero le informó que él no había sido convocado y por tanto no asistiría.
Era más que obvio que los allegados a la secretaria general estaban jugando al albazo, sin tomar en cuenta que vicios como esos decidirían la transformación del PRD hasta convertirlo en un satélite de la derecha.
La reunión de Citlali fracasó. Desde la dirigencia local se lanzaron mensajes que advertían que a la convocatoria a la que hacemos referencia no asistiría la dirigencia local, y que los acuerdos que allí se hicieran no estarían avalados por la presidencia local.
A cambio de eso se citó a una nueva reunión, esta respaldada por la dirigencia local, donde toda la militancia tendría voz y voto. La asamblea morenista se llevó a efecto con todos los militantes que quisieron asistir, entre ellos la propia Citlali. Pliego aseguró que en esa, como en otras reuniones a las que ha convocado en diferentes alcaldías –el fin de semana pasado fue en Coyoacán–, todos tendrían el derecho a exponer sus puntos de vista sobre el partido y exigió la desaparición de las tribus que amenazan la existencia del organismo. Ya veremos si se puede.
De pasadita
La jefa de Gobierno se ha echado encima la tarea de defender y ahondar en muchos de los puntos que marca el presidente López Obrador. Sus aportes a la discusión de los señalamientos de la Presidencia han sido bien recibidos, sobre todo para quienes advierten que la derecha ha sumando a la guerra contra López Obrador a todos sus peones.
Sin duda el gesto de Sheinbaum provocará las reacciones que ya conocemos desde la derecha, pero resultan más que necesarios en la idea del gobierno de ir reconstruyendo la memoria social que se deterioró a punta de falsedades. Bien por la jefa de Gobierno que, pese a todo, se atreve.
Pero eso sí, no puede descuidar lo que pasa aquí mismo con los grupos de la reacción. Esto porque en la alcaldía Magdalena Contreras que encabeza el priísta Luis Gerardo Quijano, las cosas van más allá de lo que cualquiera imagine para esta ciudad.
Resulta que Quijano trata de imponer a los concejales del lugar un reglamento con el que se podría usar la fuerza pública casi al gusto del alcalde. La propuesta dice: “… solicitar en su caso el auxilio de la fuerza pública con el objeto de salvaguardar la paz y el orden del recinto donde se desarrolle la sesión”.
Seguiremos el asunto que anuncia a un Pinochet en Magdalena. Aguas.