Con la contingencia sanitaria las personas nos dimos cuenta de lo vulnerables que somos y eso nos ha orillado a tener sentimientos de desesperanza; los trastornos de ansiedad, depresión y sueño se han acentuado, destacó Diana Brito Navarrete, del Laboratorio de Psicofisiología y Neuropsicología de la UNAM.
Abundó que la pandemia obligó a los seres humanos a modificar radicalmente su vida cotidiana; “en esta fase, otros miedos surgen distintos a los que hubo hace un año, como el hecho de que a pesar de la vacunación existe el riesgo de contagio, sobre todo por la aparición de nuevas variantes del virus. La ansiedad se genera en la población por el deseo y “ganas” de volver a la normalidad”.
“¿Qué pasa cuando se presenta el miedo e incertidumbre? Hay una sensación de que las emociones se intensifican y por lo general son las más desagradables, como enojo o tristeza, y al hacerlo el sistema emocional genera una disminución de procesos lógicos y razonables, así como sensación de espacios vacíos de información”.
Durante la conferencia “Los trastornos emocionales generados por el confinamiento y la pandemia”, como parte de la jornada “Información y salud” del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información de la UNAM, la académica señaló que es importante reconciliarse con este tiempo de pandemia y confinamiento para continuar, ya que de esta manera la gente estará más adaptada, protegida y con menos riesgos de padecer algún trastorno emocional.
Para ello, dijo, es necesario evaluar qué tipo de pérdidas se han tenido (temporales o permanentes), para saber qué tanto se pueden recuperar o asumir lo que no volverá.
Según Brito es importante reconocer cómo se siente la persona, para después ayudar a los demás, a través del uso de espacios de confianza en los que se compartan reflexiones sobre la formación integral de todos, que favorezcan la construcción y reforzamiento de valores y, sobre todo, que enseñen a llevar vidas emocionalmente más saludables.
“En el ámbito educativo es indispensable tener profesores emocionalmente inteligentes, que puedan cumplir con el reto de educar, que a través de sus experiencias puedan enseñar a reconocer, controlar y expresar respetuosamente las emociones. El clima del aula, generado por la actuación del maestro, impactará definitivamente en el aprendizaje”.