El miércoles pasado, el presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, participó en un foro en el que explicó algunos detalles de sus propuestas más relevantes: infraestructura y beneficio social, acceso al voto de todos los ciudadanos y reforma de los cuerpos de policía.
Había expectación por conocer de primera mano los obstáculos que sus propuestas han enfrentado en el Congreso. Se sabía de antemano que los legisladores del partido Republicano las rechazarían, pero no se esperaba que dos senadores de su propio partido se unieran a ese coro. El presidente se abstuvo de criticarlos abiertamente y, de esa manera, dejó la puerta abierta a una negociación con ellos. Por añadidura, de esa forma evita que las diferencias al interior de su partido se profundicen aún más. El presidente tratará de evitar que la integridad de sus propuestas se desmorone.
Sus propósitos penden de un hilo que pudiera reventarse, debido a que entre los miembros de su propio partido –y de la sociedad en general– crece el escepticismo derivado en parte porque ha decidido jugar el todo a una sola carta: la de infraestructura y gasto social, dejando de lado la reforma política.
Se dice que de la reforma política depende la integridad del proceso democrático, ya que uno de sus principales elementos es el derecho al voto. Es importante que ese derecho se garantice, pues de otra manera millones de personas lo verían coartado.
Para los observadores políticos más agudos es alarmante lo que está sucediendo en muchos estados de esta nación, al aprobarse medidas que obstaculizan el voto, lo que pone en tela de juicio la celebrada democracia estadunidense. Ese ejemplo podría cundir en otros países que imitarían con gusto medidas similares.
La larga carrera de Biden como senador le permite, ahora siendo presidente, entender como pocos la ardua tarea de negociar con sus oponentes y, por lo visto, con sus propios compañeros de partido. Sabe también que no es posible ganar todo en esa negociación, por ello se vuelve necesario ceder cuando sea pertinente. Todo político debiera entenderlo así, según lo ha expresado en esta y otras ocasiones el propio Biden. A pesar de su buen talante y experiencia, el gran reto que tiene para navegar por un mar tan embravecido pudiera hacer que su embarcación perdiera el rumbo y con ella las aspiraciones de millones.