Sea Watch rescató en el Mediterráneo a unos 400 migrantes. Lo mismo ha hecho con otras barquitas en el mismo mar. ¿Y cuántas barcas más no fueron registradas y sus buscadores de la tierra prometida europea acabaron en el fondo del mar?
La organización alemana detalló en un mensaje publicado en sus redes sociales que en las horas recientes avistó un bote “en riesgo de hundirse”, y que pudieron salvar a todos los migrantes en una difícil operación de rescate. Poco más tarde, encontró una embarcación de madera en peligro y la rescató con todas las personas. Entre los migrantes hay muchos que necesitaron tratamiento médico urgente, comentó la organización no gubernamental alemana.
En las barcas, al parecer, se transportaban familias enteras. Drama actual de la vida real de habitantes de Libia, nación marginal entre las marginales, buscando ser pobres en Europa al precio de la vida.
Ante el terror que despiertan estos relatos, vienen a mi mente unos versos de Antonin Artaud citados por Derrida con relación a la palabra sustraída: “El órgano es el lugar de la pérdida, porque su centro tiene siempre forma de orificio; el órgano funciona siempre como desembocadura; la reconstitución y la reinstitución de la carne recordarán el cierre del cuerpo sobre la reducción de la estructura orgánica.
“Yo estaba vivo / y estaba ahí desde siempre. / ¿Comía? / No, / pero cuando tenía hambre, retrocedía con mi cuerpo y no me comía a mí mismo, / pero todo eso se ha descompuesto, / tenía lugar una extraña operación... / ¿Dormía? / No, yo no dormía, / hay que ser casto para saber no comer; / abrir la boca es entregarse a las miasmas. / ¡De manera que nada de boca!, / ni de lengua, / ni de dientes, / ni de laringe, / ni de esófago, / ni de vientre, / ni de ano. / Yo reconstituiré al hombre que soy (...)
“¿No se trata especialmente del sexo o del ano / que por otra parte debían ser cortados y liquidados...
“La reconstitución del cuerpo debe ser autártica, no debe hacerse ayudar y el cuerpo debe de ser hecho de una sola pieza...
“Soy / yo / quien/ me/ habré / rehecho/ a mí mismo / enteramente / ... por mí / que soy un cuerpo y que tengo en mí regiones.”
Curiosamente lo mismo nacían en el sur de Asia, el norte de África y América Latina, en especial México, en la Sierra Tarahumara, donde se refugió Antonin Artaud, ciertas civilizaciones no occidentales, aquellas que fascinaban al hombre de teatro que no repite, precisamente: el analfabetismo que no pueda acomodarse muy bien con las culturas más profundas, más vivas; así pues, las huellas inscritas en el cuerpo no serán incisiones gráficas, sino las heridas recibidas en la destrucción de Occidente, de su metafísica, los sistemas de esta implacable guerra que no parece terminar nunca, los pobres jugándose la vida por un pedazo de pan de los ricos.
(La escritura y la diferencia, Jacques Derrida. Editorial Anthropos.)