Cuando se piensa en intelectuales que hayan protagonizado luchas de la clase obrera o en dirigentes emblemáticos surgidos de sus bases que las hayan dirigido, la nómina no resulta prolija.
Por supuesto están los hermanos Flores Magón. Están Vicente Lombardo Toledano y José Revueltas. Están Demetrio Vallejo, Valentín Campa, Othón Salazar, Arnoldo Martínez Verdugo, Rafael Galván. Nicolás Cárdenas García, en Historiografía de la clase obrera en México (1972-1991):un balance crítico, consigna una treintena de autores nacionales y extranjeros en torno al tema (https://cutt.ly/ERcwcSK). La nómina no ha crecido mucho desde entonces.
A los intelectuales, que también son dirigentes sindicales –muy pocos–, hay que agregar ahora a Napoleón Gómez Urrutia. En El colapso de la dignidad y Antes de la próxima revolución, el autor de su más reciente título, El colapso de la dignidad, da cuenta de la agresión al sindicato minero (de siglas STMMSRM) concentrada, sobre todo, en su persona. Los más altos políticos del país en colusión con encumbrados empresarios de la minería y la siderurgia se volcaron contra Gómez Urrutia, el secretario general de ese sindicato.
En la presentación de El triunfo de la dignidad, en Monterrey, se enfatizó el exilio de Gómez Urrutia como una gran propela que le permitió al dirigente minero profundizar en su conciencia sindical y social, afianzar su defensa –en total debió enfrentar 11 órdenes de aprehensión y de todos los procesos legales salió exonerado–; asegurar la cohesión, fortaleza y combatividad del sindicato minero y establecer importantes relaciones con los líderes del sindicalismo mundial de mayor talla y en quienes encontró la solidaridad que no experimentó en su país. “Las hostiles espinas de tu patria”, según el poema de Pablo Neruda leído por Sanjuana Martínez, presentadora del libro junto al también periodista Ramón Alberto Garza y la senadora Indira Kempis.
Numerosas grandes figuras del pensamiento, las letras y la política han tenido que sufrir o buscar el exilio –forzado– para evitar daños a su libertad o a su vida. De Monterrey, tierra de Gómez Urrutia, fray Servando Teresa de Mier fue desterrado en castigo por una interpretación del “milagro del Tepeyac” y Alfonso Reyes prefirió el exilio del servicio exterior a servir directamente al usurpador Victoriano Huerta.
Al cabo de 12 años de exilio, Gómez Urrutia regresó a México –el desexilio, término inventado por Mario Benedetti, y recuperado por Sanjuana–, para ser elegido senador. Los que lo atacaron no han dejado de hacerlo, pero ya sin el impacto que antes tuvieron con el apoyo de cinco presidentes de México y la gran prensa del país; sobre todo, Germán Larrea, Alberto Baillères y Alonso Ancira (“minoría de empresarios depredadores y rapaces”, subrayó Sanjuana citando al presidente López Obrador). Ahora son sujetos de graves acusaciones de lesa humanidad, lesa natura, evasión de impuestos y corrupción (negocios sucios, condiciones laborales infrahumanas, esclavismo, ecocidio). Justicia poética.
Otro aspecto comentado por los presentadores de El triunfo de la dignidad fue la monstruosidad que representa la explotación minera en México. Más de la mitad del territorio nacional está en las manos de los nuevos señores de minas, quienes obtuvieron de los gobiernos de Salinas de Gortari a Peña Nieto, casi 63 mil concesiones mineras. Adquirida la hectárea de ese tipo de concesión en 5 pesos 70 centavos, señala Gómez Urrutia, cualquiera es empresario minero; para luego, si se agota la mina quedarse, sin pago extra, con la superficie concesionada.
Una minúscula minoría nos mantiene atrapados en la Colonia y, por tanto, en el saqueo de la riqueza minera exportada por sus tenientes hacia lugares donde son ocultadas fortunas mal habidas o producto de la evasión de impuestos.
Otro aspecto comentado: el salario de los mineros. En su presentación, Ramón Alberto Garza señaló que es 10 veces menor al de los de Estados Unidos y Canadá. Los productos extraídos por los obreros de las minas mexicanas se venden en el mercado a precios semejantes a los de aquellos que extraen los mineros de esos países. La diferencia se la quedan los concesionarios de las minas ¿propiedad de la nación?
La defensa de las condiciones de los mineros fue la causa de las calumnias y persecución padecidas por Gómez Urrutia. A su regreso del exilio y como senador pudo optar por una posición cómoda. No fue así. Desde ese cargo ha impulsado importantes reivindicaciones de la clase obrera: la libertad y democracia sindical;el salario igual para hombres y mujeres con funciones y responsabilidades semejantes; la homologación de derechos de los trabajadores sujetos al apartado B con los del apartado A; la eliminación del outsourcing (creo que, por regla, es trata de personas); la sindicalización de las y los trabajadores domésticos.
La senadora Indira Kempis juzgó como un saldo optimista el doble triunfo de Napoleón Gómez Urrutia. Con razón. Si el dirigente de los mineros hubiera terminado en la cárcel, según la fallida voluntad de sus persecutores, las víctimas inmediatas habrían sido ellos. De eso se trataba.