Durante la conferencia de prensa matutina de ayer, el subsecretario de Seguridad Pública de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), Ricardo Mejía Berdeja, informó que el pasado 9 de octubre se realizó un operativo conjunto para rescatar a tres menores de edad que fueron reclutados como halcones del crimen organizado. De acuerdo con el funcionario, uno de ellos fue contactado por medio de un videojuego para teléfono celular, en el cual los usuarios pueden comunicarse con una función de chat, y posteriormente –como sucedió en este caso– intercambiar cuentas de redes sociales y números telefónicos.
Ante el peligro que suponen estas plataformas al facilitar la interacción de niños y jóvenes con desconocidos amparados por el total anonimato, la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, presentó un “decálogo de recomendaciones y acciones conjuntas entre gobierno, familia y sociedad”, que las autoridades ponen a consideración de padres, maestros y de los propios menores. Entre los consejos para prevenir que los usuarios de videojuegos en línea sean víctimas de la delincuencia se incluyen: no jugar ni chatear con desconocidos; no utilizar cuentas de correo electrónico personal; no proporcionar datos personales, telefónicos ni bancarios; no usar micrófono ni cámara ni compartir ubicación; mantener el llamado control parental para los niños en los dispositivos; procurar que los menores de edad jueguen bajo la supervisión de los adultos, y reportar conductas sospechosas, acoso, violencia o amenazas al número 088.
Como recalcó el presidente Andrés Manuel López Obrador, no se trata de prohibir el uso de videojuegos, sino de actuar de manera responsable, mantenerse informados y dedicar más tiempo a los niños y adolescentes, pues “estos juegos están diseñados para entretenerlos, pero no necesariamente son buenos los contenidos”.
Tampoco cabría promover una visión contraria al uso de la tecnología, ni mucho menos atizar el discurso conservador y autoritario que promueve el control total de los adultos sobre las actividades de los menores; es necesario, en cambio, advertir acerca de los riesgos creados o exacerbados por los entornos virtuales. En este sentido, hace tiempo se sabe que las redes sociales son usadas por tratantes de personas y criminales sexuales para acercarse a sus víctimas. Apenas el sábado 16 de octubre, la organización A21 realizó una caminata en varias ciudades del mundo para generar conciencia en torno a la trata de personas, y la directora de esta red en Latinoamérica, Angie de Luna, advirtió que los tratantes usan estrategias como “hacerse pasar por el niño o la niña bonita” a fin de obtener contenidos sexuales de los menores, así como con la intención de reclutarlos para alguna modalidad de explotación sexual.
Cabe esperar que la sociedad se haga eco de la invitación a debatir acerca del papel de redes sociales, videojuegos y otras plataformas virtuales en la vulnerabilidad de niños, adolescentes y de la población en general frente a agentes criminales, así como en torno del mundo digital como vehículo para la difusión de estereotipos y la “normalización de la violencia, el bullying, la xenofobia, el acoso cibernético o la sexualización temprana”. Debe insistirse en que estos exhortos no constituyen un llamado contra la tecnología, sino a abordar con seriedad una realidad que llegó para quedarse y cuyos alcances todavía no terminamos de vislumbrar.