China busca liderar el cambio hacia energías limpias y desde hace al menos una década ha preparado el terreno en América Latina. Ha destinado inversión extranjera directa a la región, ha dado préstamos bancarios para proyectos de ese tipo y es el principal proveedor de equipos y vehículos que no dependen de combustibles fósiles, explicó Óscar Ugarteche Galarza.
“Para China ser el líder en energía limpia es un tema fundamental y el campo de batalla para colocarla es América Latina”, expuso el investigador, durante una conferencia convocada por el Centro de Estudios China-México (Cechimex) de la Universidad Nacional Autónoma de México.
La economía asiática ha impulsado en América Latina el cambio de matriz energética hacia una menos dependiente de fuentes fósiles y su papel en el sector va desde la producción de esta tecnología, su comercio, el exportarla a través de inversión extranjera directa y otorgar préstamos para su adquisición, hasta la exportación de vehículos, explicó.
Por ejemplo, las importaciones en América Latina de celdas fotovoltaicas –insumo para transformar la energía proveniente de sol en eléctrica– se dispararon en 2013 y han continuado una tendencia ascendente desde ese año, mismo en que China cambió su estrategia de inversión en la región, de energía fósil a limpia.
Si bien la inversión de Estados Unidos en América Latina es casi cuatro veces más alta que la de China, se encuentra concentrada en Brasil y México. En cambio, la de empresas chinas se ha distribuido y tiene como principales receptores a Brasil, Ecuador, Chile, Cuba, Perú, Argentina y Venezuela; mientras en México se han concentrado en minería y en el sector automotor, abundó Ugarteche Galarza.
De acuerdo con la investigación que preside el académico, entre 2005 y 2020 la inversión China en América Latina ha ido en una mayor proporción a proyectos energéticos. A ese sector se han destinado 80 mil millones de dólares –y desde 2013 se recargaron en fuentes menos contaminantes–, seguido de lejos por la minería, rubro al que se han entregado poco más de 30 mil millones de dólares.
En cuanto al parque vehicular, México es el país de América Latina que más autos eléctricos importó en 2020. En total mil 216, pero 882 tuvieron como origen Estados Unidos, un dato que rompe con la tendencia en el resto de la región, que recibe el principal suministro de China. Lo que parece indicar que en el país la compra de esos vehículos es un “símbolo de estatus, más que un cambio en la matriz energética”, consideró Ugarteche.
Tal como en Estados Unidos, en México la política energética “parece estar centrada más en petróleo que en energías limpias”, pero el viraje hacia fuentes menos contaminantes es una tendencia mundial, que eventualmente se tendrá que asumir, explicó.
Si bien aún se deben evaluar los riesgos ambientales que conlleva la explotación de fuentes de energía que se perfilan a ser menos contaminantes, como el litio, la prioridad por ahora es atender el cambio climático, consideró. “Si hay que escoger, primero limpiemos el aire (...) estamos en un cambio de matriz energética, pero un pasito para adelante y otro para atrás”, describió el investigador.