Lamentablemente el gobierno mexicano ha delegado a casas de migrantes de organizaciones eclesiales, y a otras coordinadas por la sociedad civil, la responsabilidad de atender la crisis migratoria que padece el país, y ha sido omiso en cumplir con el mandato de promover y defender los derechos humanos de todas las personas, establecido en el artículo primero de la Constitución, señaló la Iglesia católica.
En su editorial del semanario Desde la Fe intitulado “Con el dolor no se trafica”, dijo que ante este escenario, los obispos han dejado en claro que México no quiere ya más “San Fernandos” o más “Cadereytas”, no más muertes ni dolor, ni un país donde se separe a las familias migrantes, ni donde se trafique con el cuerpo y el dolor de las personas extranjeras que decidieron migrar para encontrar una vida mejor.
Pero para ello, añadió, se requiere no sólo que el gobierno “abandone su política de represión” hacia los migrantes, sino que busque alternativas a la detención y a la regularización migratoria, para encontrar caminos más humanos y sin violencia a través del cual puedan transitar estos hermanos.
Indicó que, de acuerdo con el Estudio sobre las casas de migrantes católicas, elaborado por la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) en 2017, existen al menos 75 organizaciones eclesiales –en norte, centro y sur del país– que apoyan a los migrantes mediante albergues, comedores, parroquias, módulos de atención y dispensarios médicos. No obstante, estos se encuentran trabajando a toda su capacidad.
“En las últimas semanas, México ha recibido una ola de migrantes, en su mayoría haitianos, debido a la crisis sociopolítica que sufre esa nación. Muchos se encuentran retenidos en un campamento improvisado en un puente internacional que une México con Estados Unidos, y otros han encontrado refugio en albergues de diferentes estados del país.
“Ante las dificultades que han enfrentado estos hermanos en su intento por ingresar a Estados Unidos, muchos ahora buscan desesperadamente quedarse en México de forma provisional, mediante la solicitud correspondiente ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados. Esto ha provocado la saturación de los albergues, y en algunos casos, una crisis dentro de los mismos.”
La Iglesia católica llamó a las comunidades parroquiales a no permanecer indiferentes ante esta crisis; no renunciar a realizar el bien que tienen a la mano, comenzando por conocer los esfuerzos que hace cada diócesis, para después poder aportar en la medida de lo posible, incluso, desde la pobreza.