En ningún lugar, y menos en la lucha política, existen los vacíos. La inercia del dejar hacer, dejar pasar, sólo pavimenta el camino al retroceso y favorece el activismo de la ultraderecha. Por eso es tan importante que las organizaciones de avanzada, con visión de futuro, defiendan la agenda progresista del continente y del mundo. Ése es el papel principal de agrupaciones de partidos políticos de centro-izquierda, como la Internacional Socialista (IS).
Muy importante, por ello, es el encuentro de los días 8 y 9 de octubre en Cancún, Quintana Roo, de 20 partidos políticos agrupados en la Internacional Socialista para la Región de América Latina y el Caribe, institutos diversos pero con los valores de la socialdemocracia como denominador común. Se debatieron los temas más álgidos de esta tercera década del siglo XXI, en un contexto de necesaria toma de posiciones frente a una globalización excluyente, catalizadora de la desigualdad.
Participaron, entre otros, el secretario general de la IS, Luis Ayala; el presidente para América Latina y el Caribe, Miguel Vargas; el presidente del PRI, Alejandro Moreno, y los dirigentes de partidos socialdemócratas y líderes progresistas de todo el subcontinente latinoamericano.
En la agenda de debates destacaron los temas: El desafío frente al Covid-19 y sus consecuencias, Reafirmando y fortaleciendo la democracia en la región, América Latina y el Caribe en la batalla global contra el cambio climático.
Respecto del tema sanitario, hubo coincidencia sobre la falta de equidad y solidaridad en la prevención y atención de esta pandemia, que ha colapsado sociedades y gobiernos, pero de manera acentuada en los países más rezagados, como ha patentado la distribución de las vacunas, con naciones ya con dosis garantizada al doble o triple y otras con menos de 10 por ciento de la población inoculada.
El llamado fue a sumar fuerzas para hacer accesibles estos biológicos a toda la población del continente y del mundo, como un gesto elemental de justicia y como una estrategia indispensable para erradicar o controlar la enfermedad, pues, como han señalado ya los expertos, mientras haya población no vacunada habrá riesgo de más mutaciones del virus.
En el punto relativo a la democracia, hubo pronunciamientos coincidentes sobre la necesidad de defender y preservar el andamiaje institucional, comenzando por el propio sistema de partidos políticos, y el indispensable apuntalamiento de la división y el equilibrio de los poderes.
En ningún lugar del orbe la democracia está ganada de una vez y para siempre, como lo hemos visto en el pasado reciente, y aun ahora mismo, en los países cuna de los valores de la ilustración, y en otros que fueron vanguardia en la institucionalización de la convivencia y la competencia política, autopostulados como líderes del “mundo libre”.
Entender la democracia de nuestro tiempo, se señaló de manera reiterada, implica reconocer y atender los reclamos de las nuevas generaciones, proactivas y exigentes, fiscalizadoras y demandantes de resultados, un voto crítico y flexible, muy ajeno a aquellas militancias cautivas del pasado.
En el tema del cambio climático, el llamado fue a hacer conciencia y a traducir esa conciencia en políticas públicas sobre la importancia de frenar el cambio climático, responsabilidad colectiva de cuya eficacia depende todo lo demás: salud, economía y la sobrevivencia misma. Una conciencia mundial que prevalezca sobre el cortoplacismo y la irresponsabilidad de una derecha arcaica que niega incluso la existencia del fenómeno, claramente perceptible y sufrible, del calentamiento global.
Hubo pronunciamientos concurrentes para hacer un frente común desde la socialdemocracia contra un consumismo sin conciencia social, un individualismo ajeno a la solidaridad con los que menos tienen, una cultura extractivista que despoja a los demás de lo indispensable, si queremos dar viabilidad al futuro.
La socialdemocracia y un nuevo bloque hegemónico progresista a nivel continental y mundial, lo decimos nosotros, es la antítesis necesaria y un indispensable dique de contención ante la embestida neofascista de partidos, movimientos y liderazgos conservadores que han ido conquistando espacios en gobiernos, parlamentos, opinión pública y sectores retardatarios, incluso en países tenidos por ilustrados y democráticos.
Me refiero a corrientes ultraderechistas como el partido Vox y ecos de un racismo trasnochado, como las opiniones recientes del ex presidente Aznar, de España; los Le Pen, padre e hija, de Francia, con su bandera antiinmigrante; Boris Johnson, primer ministro de Gran Bretaña, con su aislacionismo; Forza Nuova, en Italia, en su lucha antivacunas, y aquí mismo en el continente, los resabios xenofóbicos del trumpismo en Estados Unidos, y el antiindigenismo del gobierno en Brasil.
En suma, como se dijo en la reunión de la Internacional Socialista, sólo defendiendo la salud como un derecho universal y humano; la democracia, como espacio de convivencia frente a los acosos de la derecha recalcitrante, y los necesarios equilibrios de la naturaleza, podremos tener un mundo viable, justo y compartido.
*Presidente de la Fundación Colosio