Moscú. La larga historia de desencuentros entre Rusia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte –bloque militar de Estados Unidos y sus aliados que incumplió la promesa no vinculante de que, tras la caída del Muro de Berlín y la desaparición de su contrapeso, el Pacto de Varsovia, no llevaría a cabo su expansión hacia el este, tres décadas después cada vez más cerca de la frontera rusa–, quedó este lunes a un paso de la ruptura definitiva.
Rusia anunció la suspensión de su misión en Bruselas, sede de la alianza noratlántica, y de la misión de la OTAN en Moscú, así como el cierre de la oficina de información que mantenía esta última en la capital rusa.
La medida “a partir del primero de noviembre siguiente” tendrá vigencia hasta que las relaciones vuelvan a una cierta normalidad, si es que eso sucede algún día. Desde la incorporación de Crimea a Rusia en 2014 se redujeron prácticamente todos los contactos de la OTAN con la misión rusa en Bruselas y tampoco hubo ningún intercambio de información en el ámbito militar.
Ahora, la decisión de la OTAN de retirar el pasado 6 de octubre la acreditación a ocho funcionarios de la misión rusa, que tienen que abandonar la capital belga antes de que termine el mes de octubre, y de reducir su personal con pasaporte diplomático a la mitad, de 20 a 10 personas, supuestamente por ser “agentes de espionaje y realizar actividades hostiles”, colmó la paciencia de Moscú.
Tras sopesar doce días su respuesta, correspondió al canciller Serguei Lavrov informar, este lunes, que el Kremlin resolvió que la misión de Rusia en Bruselas no tendrá 10 funcionarios, sino ninguno, y tampoco su contraparte noratlántica en Moscú.
“Ciertas medidas tomadas por la OTAN, hacen imposible un trabajo en común al no existir condiciones básicas,”, señaló con elegancia diplomática Lavrov al dar a conocer la dura respuesta de Moscú.
Y concluyó tajante: “Si la OTAN tiene algún asunto que tratar con Rusia puede dirigirse al embajador ruso en Bruselas”.
El anuncio del canciller amplía la primera reacción del Kremlin que se conoció por boca del vocero presidencial, Dimitri Peskov, al día siguiente de notificarse la expulsión de los diplomáticos rusos.
En esa ocasión, en lo que podría denominarse un nuevo capítulo de la guerra virtual de portavoces, el de Moscú dijo que Rusia ya no alberga ninguna ilusión de poder normalizar sus relaciones y reanudar el diálogo con la OTAN, mientras el de Bruselas contestó que “hemos podido reforzar la contención y nuestra defensa frente a las acciones agresivas de Rusia y, al mismo tiempo, estamos abiertos a un diálogo constructivo”.
Peskov reviró: “Ellos mismos, con sus actos hostiles, contradicen su declaración de buenas intenciones”.