Houston. En la pequeña ciudad de Rockdale, Texas, una enorme obra de construcción ilustra por sí sola el papel central que los estadunidenses pretenden desempeñar en el mundo de las criptomonedas, luego de que China decidió abandonar el sector.
Con una capacidad de 750 megavatios, la mayor granja de bitcoines de Estados Unidos cuenta ya con más de 100 mil computadoras en tres edificios de 350 metros de largo. Dentro de unos meses, serán siete.
China, de su lado, intensificó su lucha contra las transacciones en bitcóin y contra la minería de la moneda, que se fabrica en estas granjas a través de complejas ecuaciones resueltas por miles de computadoras.
Para estas operaciones de alto consumo energético, la electricidad barata de Texas es una ventaja clave, junto con su ambiente favorable a las empresas y su mano de obra calificada, según Chad Everett Harris, director general y cocreador de Whinstone, propietaria de la granja de Rockdale.
En septiembre de 2019, China seguía siendo el mayor productor mundial de bitcóin, con dos tercios de toda la minería.
Pero ansioso por lanzar su propia criptodivisa, Pekín intensifica cada día su ofensiva contra los numerosos actores del sector que antes florecían en su territorio.
El miércoles pasado, los datos publicados por la Universidad de Cambridge mostraron que la minería de bitcoines se duplicó con creces en Estados Unidos entre mayo y agosto de este año, acaparando 35.4 por ciento de la actividad.
Costo ecológico
Mientras, el auge de la minería en Estados Unidos alimenta las críticas sobre su costo ambiental. Cada año, la minería de bitcoines consume tanta electricidad como toda Filipinas, según la Universidad de Cambridge.
“La minería de bitcoines en Texas utiliza menos de 2 por ciento de toda la energía disponible”, dice Chad Everett Harris, que cree que el consumo de su planta de Whinstone “ayuda a estabilizar la red”.
“Nuestro perfil energético es el mismo que el de Ercot”, el operador de la red eléctrica de Texas, cuya energía en 2020 era 23 por ciento eólica, 11 por ciento nuclear y 2 por ciento solar, y el resto procedía del gas natural (46 por ciento) y del carbón (18 por ciento).