Desde el pasado 8 de octubre familiares de personas desaparecidas provenientes de 26 entidades de la República recorren el estado de Morelos en una iniciativa de búsqueda ciudadana, pero también de educación y sensibilización de la sociedad ante la crisis de derechos humanos que implica la existencia de 91 mil desaparecidos en nuestra nación.
En el contexto de la cuarta Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, representantes de 160 colectivos de todo el país están recorriendo 14 municipios morelenses, llevando su testimonio a escuelas, iglesias, centros de adicciones y plazas públicas. Las fuerzas y capacidades se han dividido en distintos ejes: unas con la fuerza de su testimonio y las experiencias de años de lucha, van a escuelas, iglesias y plazas públicas a tratar de sacar a la ciudadanía de su indiferencia. Otras han tomado picos y palas para hacer lo que han venido haciendo a todo lo largo y ancho de la República: buscar a “sus tesoros” en cañadas, arroyos, terrenos baldíos.
Han sido ellas, quienes –sin ninguna certificación– se han convertido en expertas forenses y han encontrado muchas de las 4 mil 806 fosas clandestinas con 8 mil 202 cuerpos, que reportó recientemente la Comisión Nacional de Búsqueda. Otro grupo ha concentrado su trabajo en fiscalizar los procesos de identificación humana, que en este estado han sido un ejemplo nacional de ineficiencia y complicidad con las fosas de Jojutla y Tetelcingo https://www.jornada.com.mx/2020/08/09/opinion/015a1pol
Este movimiento formado mayoritariamente por mujeres, desde 2016, ha realizado seis brigadas en los estados de Veracruz, Sinaloa y Guerrero; convirtiéndose en un espacio de confluencia entre familiares de personas desaparecidas, un movimiento ecuménico de distintas Iglesias y una generación de activistas jóvenes (y no tan jóvenes) que se han articulado como aliados y aliadas haciendo suya la lucha de las familias.
Acompañando al eje de sensibilización, pude ver cómo los policías y otros servidores públicos de Jojutla, escucharon a Juan Carlos Trujillo, del colectivo María Herrera, hablarles desde el corazón y apelar a ese ser humano que muchas veces se oculta detrás de un uniforme. Aquí se invitó al alcalde a firmar un compromiso con la búsqueda de los desaparecidos y se puso una placa como recordatorio de estos acuerdos. La voz de las familias retumbó moviendo conciencias en este municipio que se hizo famoso por las fosas clandestinas del estado, donde 84 cuerpos aún esperan ser identificados para regresar con sus familias.
En Cuautla pude acompañar la búsqueda en campo en las cañadas y sembradíos, donde se rumora que puede haber cuerpos enterrados clandestinamente. Ahí estas mujeres guerreras, con sus picos y palas se fueron abriendo camino, sin importar los intensos rayos del sol, las dificultades del terreno, ni los olores nauseabundos de los desagües que han contaminado los arroyos de Morelos.
Doña Reyna, una madre septuagenaria de Veracruz, pero con una energía de quinceañera, abría camino con su machete. La búsqueda de su hijo Luis Javier, desaparecido hace nueve años, se ha convertido ahora en la búsqueda de todos y todas las desaparecidas. Viendo cómo las compañeras de Regresando a Casa Morelos, se cuidaban entre ellas y me cuidaban a mí, entendí que aunque ese día no encontraran a nadie, construyeron comunidad. Quedó claro el sentido de la consigna “Buscando nos encontramos”.
La construcción de estas redes de sororidad que han cruzado también las murallas de las prisiones. En su visita al Cereso de Atlacholoaya, fueron recibidas por las internas integrantes de la colectiva Hermanas en la Sombra, con poesías y cartas que les prepararon. (https://feministasanticarcelarias.org/). Una de ellas les compartió su dolor de tener también una hija desaparecida, la cual se encontraba bajo custodia del DIF, y sin embargo terminó siendo víctima de redes de trata. Sus lágrimas conmovieron a las madres de los colectivos que le recordaron al unísono: “No estás sola”. Durante estas dos semanas, las familias harán de la pedagogía del amor su mejor herramienta para confrontar la pedagogía del terror que mantiene a muchos inmovilizados ante la violencia y la impunidad.
* Doctora en antropología, investigadora del Ciesas