Sin temores ni recato, quien probablemente suceda a la señora Merkel en la Cancillería Alemana, el dirigente social demócrata Olaf Scholz, ha delineado lo que puede ser uno de los ejes para un gobierno capaz de inaugurar una nueva era socialdemócrata para Europa.
Renacer que, de cierta manera, había sido ya adelantado en los países nórdicos tras las recientes victorias sucesivas. Sin embargo, la probabilidad de un relevo en esa dirección desde la “gran coalición” del SPD y los demócratas cristianos teutones, podría ser no sólo una confirmación alentadora de un giro en la atribulada Unión Europea, sino toda una fuente de inspiración progresista para prácticamente todo el orbe, a pesar del enorme peso de la adversidad y la confusión reinantes.
El mundo todo afronta un enorme desafío que este dirigente ha calificado de existencial: cada día es más claro que lo que está en cuestión y peligro inminente es la especie humana y sus modos de vida acuñados y probados por siglos de prueba y error, también de grosero abuso, hasta topar con una naturaleza en posición de ataque, lista para saltar… sobre todos nosotros.
La entrevista con Der Spiegel, que el periodista Raudel Ávila difundió hace unos días en El Universal, está cargada de lecciones y mensajes, de aliento y de retos, en particular ahora que el gobierno decidió imponer un cambio radical a la pauta energética, también sustancialmente modificada en 2013. Para Scholz, no parece haber duda sobre la urgencia de formular y poner en acto una política industrial de nuevo tipo que pueda dar lugar a modalidades renovadoras de la economía mixta, dirigida a cambios estructurales de gran calado en la industria energética. “(…) debemos acelerar nuestros esfuerzos y entender que el calentamiento global sólo puede ser detenido mediante una política industrial distinta (…) las plantas de electricidad que operan mediante la combustión de carbón constituyen la elección más perjudicial”.
De lo que se trata, sugiere, es de construir consensos de gobierno que, articulados por alguna noción de bien común o bienestar general, abran puerta y espacio a mejores formas de vida para todos. Su partido, asegura, no es ni puede ser un “partido de nicho”, sino de masas y mayorías; con los ojos puestos en el futuro y la construcción de un bienestar justo y justiciero que sea el fruto de políticas públicas formuladas en un ambiente deliberativo y democrático. De lo que se trata es de impulsar el ascenso social a través de políticas públicas y no obstruirlo.
En el mismo sentido el sociólogo chileno Ernesto Ottone escribió recientemente: “si no se produce un cambio muy significativo en la calidad de la política que incluya la existencia robusta de un sujeto reformador y progresista que fortalezca el espacio disminuido de la centroizquierda, el país no podrá alcanzar un desarrollo capaz de crear riqueza y mayor igualdad social a la vez, ni de hacer las transformaciones productivas necesarias para tener éxito en un proceso de globalización cada vez más complejo y exigente, quedaremos prisioneros de un conservatismo mediocre o de quienes diseñan el futuro con propuestas del pasado ( La Tercera , 4/9/21).
Bien haríamos en tomar nota de los acomodos y reacomodos del mundo; aclimatar entre nosotros un pensamiento de esta naturaleza debería ser tarea de los progresistas de todos los flancos. Una misión expresa y rigurosamente comprometida con el respeto y la modulación política y social de la “restricción democrática” que obliga a todos: gobernantes y gobernados, dirigentes y opositores, adversarios que nunca enemigos.
Seguir por la actual pauta de confrontación sin tregua ni descanso, aunque sean enfrentamientos virtuales, desembocará en el desarraigo de no pocos; el enconchamiento de muchos y la enajenación o, de plano, el cinismo de gran parte de la comunidad políticamente activa, para que de “repente” por no haber advertido las señales, a la vuelta de alguna envenenada esquina topemos con la violencia sin más.
Las acusaciones sin medida alguna, el acoso manifiesto contra destacados científicos, acciones que han sido repudiadas por todas las comunidades académicas, como es el reciente manifiesto de los investigadores del Instituto de Astronomía de la UNAM, no pueden ser, no deben serlo, prólogo ni anticipo de una política científica que se quiere transformadora. Habría que dejar en el archivo muerto la inopinada iniciativa de la Fiscalía como el principio de una era presidida por la búsqueda sensata de consensos. De construcción de nuevos acuerdos en lo fundamental, como lo aconsejara desde el siglo XIX el gran pionero Mariano Otero.
Mucho que aprender, arriesgar y enmendar, pero más por imaginar y poner a prueba en este enorme momento en que, como especie, hemos empezado a jugarnos la vida presente y futura ante las embestidas de una Natura maltratada, nada menos que por la especie racional.