Ana Elena Mallet preguntó: ¿Por qué a las mujeres no se les da el mismo reconocimiento que a los hombres?
A lo mejor porque no las ha habido de la talla de Belmonte.
–AAB: Mira, en el mundo de los hombres, el cosmos masculino, en la actividad cotidiana, en la profesión que gustes y mandes, piensa en el toreo y vamos a acabar con la arquitectura, en todo lo que es la orbe hasta hace algunos años –en los 50 y 60– predominaba la condición del machismo y no era mexicano como a nosotros nos han hecho creer, sino mundial. Si tú quieres el de nosotros es más fuerte, muy clemente; un poco más expresivo, como te dijera brutal.
Esto comienza a cambiar y a tener otras connotaciones más profundas cuando Estados Unidos interviene en la guerra mundial; los hombres van al frente a que los maten por una causa x o z. Entonces, ¿qué sucede? que la mujer ya puede aportar dinero a la familia, una forma, una capacidad de vivir, esto trae, además, un choque brutal porque los conservadores se dan cuenta que ellas pueden ser tan útiles o más que los hombres; claro que existe la explotación, se pretende que la mujer cobre menos por su género, pero no tiene nada que ver, lo mismo hace un hombre en un avión pero hay que pagarle menos. Esta teoría, con el tiempo, va desapareciendo y, poco a poco, el número de las que trabajan ha crecido y su ingreso también.
Se rompe este tabú y ese dinero había significado que el hombre lo utilizara para dominar a la mujer –era un poder económico. Si tú te vas de esta casa a ver de cómo te mantienes.
Pero esto trajo cambios; en muchos casos el que se fue de la casa fue el señor y la mujer vivió mejor, en calma y la cultura económica fue otra.
Al trabajar la mujer, te digo, esa cultura del machismo va desapareciendo y tiene que acabarse porque a fuerza de la realidad, sobre todo en el aspecto económico, que tiene sus reflejos muy condicionados y muy marcados en lo social, pues también se dan y aparecen; ya existen una libertad y una igualdad. No creo tanto en la equidad pero la mujer ya no está subyugada, no es la esclava, ni tanto aquí para servirte –hagas en mi según tu palabra. No, las cosas empiezan a cambiar y la mujer exige, además derechos, también tiene la facultad de educar a sus hijos; ya no nada más es el hombre el que marca la pauta, también ella opina, dice y define.
Luego, con el advenimiento, en los primeros años del siglo del automóvil las costumbres van cambiado, ya las comunicaciones se hacen de otra manera, hay necesidad de construir carreteras, no hay que regirnos por un horario, ni tienes que esperar un camión, un ferrocarril, una diligencia que si no estás a las ocho se va y con el auto se da una mayor libertad. Entonces viene, como te dijera, un gran auge en cuanto a las comunicaciones: el teléfono adquiere gran importancia, el telégrafo ni se diga y al abrirse las carreteras esto empieza a cambiar. Manejar un automóvil en aquellos años era propio del hombre, es difícil y pesado, los cambios no son sincronizados, las cadenas difíciles y los autos se calientan y se descomponen.
En 1939, uno de los cambios más grandes que se ha dado a la humanidad y que la gente no aprecia: aparece el automóvil con marcha automática y entonces la mujer comienza a manejar y cambia el panorama, ya no es el hombre nada más el que maneja, ella también puede manejar; quizás, lo pueda hacer mejor que él y entonces comienza el auge de la mujer que puede transportarse a donde le dé su gana.
(Continuará)
(AAB)