La ubicación geográfica de Zúrich, en pleno centro de Europa, trae implícita una serie de ventajas para Suiza, país cuya neutralidad en cuanto a conflictos armados mundiales no obedece a una decisión política, sino que está basada en un estatuto jurídico internacional desde 1815.
Frecuentemente se le confunde con la capital del país –privilegio otorgado a Berna– al ser la ciudad más poblada con casi 400 mil habitantes.
Goza con la mayor calidad de vida del mundo, ofrece a sus empleados los mejores sueldos, pero sobre todo es famosa porque aquí están los bancos preferidos por los clientes millonarios, dado el riguroso sistema de anonimato y seguridad que se ofrece como garantía.
Considerada como la ciudad más cara del mundo –comer una pizza en Alemania al comensal le costaría 8 dólares, en Zúrich tendrá que contar por lo menos con el doble–, donde el metro cuadrado de una vivienda alcanza la exorbitante suma de 25 mil dólares el metro cuadrado, mientras por el servicio de tareas domésticas se cobran hasta 35 dólares la hora.
Famosos también son los costosos tratamientos cosméticos en clínicas de lujo donde las damas ya entradas en edad y arrugas pretenden camuflar el paso del tiempo con métodos que resultan sorprendentes: la secreción que deja el lento recorrido de un caracol por el rostro promete a la esperanzada clientela, por lo menos, alivio temporal si de la efectividad de tan singular tratamiento pudiera dudarse.
El tránsito vehicular resulta por demás estresante; la mayor parte de la población prefiere el transporte público o la bicicleta, cuya infraestructura urbana con infinidad de carriles es idónea no sólo en la temporada estival, sino en cualquier época del año. El alquiler de una bicicleta en Zúrich es gratis –sólo hay que contribuir con un módico depósito–, aspecto inusual ante los precios a los que el visitante se enfrenta al consultar la oferta gastronómica de cafés y restaurantes.
El histórico toque de vanguardia que ostenta la ciudad está relacionado con el nacimiento del dadaísmo, corriente cultural y artística de protesta que nació en 1916, cuando un grupo de artistas que se reunía en el hoy prominente café-cabaret Voltaire planteó, desde diferentes enfoques, una rebelión contra convenciones tanto artísticas como literarias.
A orillas se encuentra el lago de Zúrich y el río Limago, donde se ofrecen excursiones que permiten al visitante disfrutar de pueblos aledaños y una de las zonas residenciales más caras del mundo. Una de esas residencias es la casa –convertida en museo– que habitara el médico siquiatra y sicólogo suizo Carl Gustav Jung (1875-1961) quien con sus teorías abordó los problemas de la mente humana e incorporó el concepto de inconsciente colectivo en el cual fenómenos ancestrales que se producen de manera colectiva en diferentes épocas y culturas conforman parte de nuestra personalidad.
Alia Lira Hartmann, corresponsal