Ciudad de México. Alfredo, tengo algo que contarte –le decía Jesusa Rodriguez a López Austin y al día siguiente ahí estaba Alfredo en la puerta de su casa esperando la noticia. También por Jesusa tuve el privilegio de conocer al gran estudioso del México precolombino en el patio del Museo Nacional de Antropología.
Como buen norteño, este notable experto en cosmovisión Mexicana hablaba fuerte y desde el primer momento reunió en su cátedra en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) a un gran número de seguidores. Su tesis Cuerpo humano e ideología: las concepciones de los antiguos nahuas conquistó a lectores que nada sabían de nuestro pasado. Fernand Braudel, quien vino a México en varias ocasiones y revolucionó la historiografía del siglo XX, lo tenía en alta estima.
Además de su labor académica, López Austin gozaba –a diferencia de otros científicos–, de un gran sentido del juego y, en cierta forma, también del arte de la comedia. ¿Qué científico mexicano habría escrito Una vieja historia de la mierda con Francisco Toledo en 2009? Su libro inspiró a Liliana Felipe quién compuso Canciones de mierda.
Al igual que Jesusa Rodríguez y Francisco Toledo, López Austin fue un escritor de descubrimientos, de caritas sonrientes como las de Veracruz. Antes, en 1981, López Austin había lanzado su Cuerpo Humano e Ideología, Las concepciones de los antiguos mayas que demostró que no le tenía miedo a temas que otros sabios no abordan. A Guillermo Haro, astrónomo, le interesó su idea de la creación del mundo, la geometría estelar y el funcionamiento cósmico que aparece en nuestros códices. Alguna vez lo escuché decirle a Fernando Benítez, en Tonantzintla, que quien mejor comprendía la visión indígena de nuestro pasado era López Austin. El conejo en la cara de la luna fue un libro inspirado por una frase de su esposa Martha, quién le aseguró que “cuando llueve con sol está pariendo una venada”. López Austin había hecho la carrera de abogado y ya casado con Marta cambió: “¿Sabes qué, Marta? Vamos a tener que hacer otra carrera y ella respondió: “Pues vamos”.
Cuando gracias a Jesusa, entrevisté a López Austin a principios de este año 2021, me enteré de que hablaba náhuatl. Austero, nunca dejó de ser un maestro para todos, organizaba encuentros en la facultad todos los jueves con alumnos, algunos de muy alto nivel.
También salía al campo con muchachos de todas las edades, quienes lo buscaban porque nunca rechazó a nadie. “Si quieres conocer la vida de los indígenas, tienes que ir a su comunidad”. López Austin aguanto el calor y el frío con tal de aprender de sus amigos. Personaje único de la cultura mexicana, se consideró siempre un trabajador con un compromiso: México.