Moscú. Al participar en la cumbre de jefes de Estado y de gobierno de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) –formada por nueve países de la extinta Unión Soviética, los cuales participan con distinto grado de implicación en sus labores–, celebrada mediante videoconferencia este viernes para conmemorar el 30 aniversario de su fundación, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, centró su intervención en un tema que preocupa mucho a varios de sus miembros: la llegada al poder del movimiento talibán en Afganistán.
Y esto se entiende dado que el territorio afgano es colindante con Tayikistán y Uzbekistán, integrantes de la CEI, y cercano al resto del espacio postsoviético, y el Talibán, más allá de lo que prometen sus voceros, genera incertidumbre respecto a si cumplirá la neutralidad ofrecida sólo de palabra o se convertirá, bajo presión de los grupos radicales que le ayudaron a instalarse en el palacio presidencial de Kabul, en foco de agresión ya no potencial como hasta ahora, sino real.
En este segundo escenario recaería sobre Rusia la obligación principal de prestar ayuda militar a sus aliados formales, y acaso por eso el titular del Kremlin –en plan de reiterar que asume esa carga para que los países centroasiáticos, ante sus crecientes temores, no cambien de opinión y acaben autorizando bases militares de Estados Unidos– dijo ser muy consciente del riesgo que representa la presencia en el norte de Afganistán de militantes del llamado Estado Islámico, Al Qaeda, Movimiento Islámico de Uzbekistán, Jaamat Ansarullah de Tayikistán y otros grupos radicales.
“Los líderes de los terroristas, según datos en nuestro poder, están incubando planes para extender su influencia en los países de Asia central, en las regiones rusas, por medio de incitar conflictos étnicos, confesionales y hasta el odio religioso. Tratan de entrar en nuestros países incluso bajo la apariencia de refugiados”, apuntó Putin, antes de subrayar la importancia de impulsar el proceso de reconciliación entre los afganos, excluidos del gobierno por el Talibán los connacionales de origen tayiko, uzbeko y de otras minorías.
En consonancia con este propósito, Rusia –recordó Putin– está preparando para el miércoles de la semana entrante una reunión multilateral en la capital rusa, a la cual están invitados también representantes del Talibán, en lo que desde 2017 se conoce como Formato de Moscú, en el que ahora participan, en orden alfabético, China, Estados Unidos, India, Irán, Pakistán y Rusia.
Ayuda humanitaria
La idea parece ser que, intramuros, se presione al Talibán a cambio de ofrecerle lo que tanto necesita Afganistán en estos momentos: la ayuda humanitaria que puede otorgarle la comunidad internacional. La reunión terminaría con éxito si consigue que la Organización de Naciones Unidas, como desea Rusia, convoque a una conferencia dedicada a instrumentar esa crucial necesidad.
No en vano, Putin recomendó a los presidentes y primeros ministros de los países de la CEI –Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Moldavia, Tayikistán y Uzbekistán– “no precipitarse en reconocer oficialmente al Talibán. Es obvio que tenemos que dialogar con ellos, pero no hay ninguna prisa”.
El mandatario ruso tampoco tiene la certeza de que el Talibán vaya a renunciar a lo que denominó “una fuente primordial de sus ingresos”, como es el negocio de las drogas, sobre todo ahora en el contexto de la crisis que sufre la economía afgana a pesar de que proclamó su intención de combatir al narcotráfico.
“No les será fácil hacerlo”, reflexionó Putin.
El Talibán, coincidió el presidente tayiko, Emomali Rajmon, es “una seria amenaza para todos los países de la CEI”, por lo cual –terció el mandatario uzbeko, Shavkat Mirziyoyev– “es indispensable reforzar la capacidad de combate de nuestras fuerzas armadas” para proteger mejor “nuestras fronteras comunes”.