Que suene Revueltas.
Pongamos, primero, la siguiente combinación en el buscador de YouTube: “Nicolás Guillén Sensemayá” y veremos y escucharemos en labios de su autor el poema que comienza así:
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!
La culebra tiene los ojos de vidrio;
la culebra viene y se enreda en un palo;
con sus ojos de vidrio, en un palo,
con sus ojos de vidrio.
La culebra camina sin patas;
la culebra se esconde en la yerba;
caminando se esconde en la yerba,
caminando sin patas.
Ahora pongamos en el buscador de la plataforma de música digital de su preferencia (Spotify, Apple Music, YouTube Music, Deezer…) la siguiente combinación: “Sensemayá Silvestre Revueltas” y escucharemos una de las obras maestras de la música de todos los tiempos.
Dedicamos el Disquero de hoy a la música de Silvestre Revueltas, uno de los más grandes compositores en la historia de la música, porque el Fondo de Cultura Económica publica el libro Los Revueltas: Biografía de una familia, en conmemoración del cuadragésimo aniversario de su publicación en Editorial Grijalbo.
Esta nueva edición, cuyo prólogo fue elaborado por la escritora, documentalista y nieta de Rosaura Revueltas, Eva Bodenstedt, se presenta esta noche a las 19:30 horas en Durango, como parte del Festival Los Revueltas.
Será transmitido en vivo en el Facebook Live del Instituto de Cultura del Estado de Durango (ICEO).
Mientras tanto, celebremos la música de Silvestre Revueltas, protagonista de uno de los capítulos de ese libro, donde se incluyen también los testimonios de José, Fermín, Consuelo y de Rosaura Revueltas.
La música de Silvestre Revueltas forma parte del repertorio de las mejores orquestas del planeta. Existe una discografía amplia donde destacan las grabaciones por las que muchos nos iniciamos: la serie que dedicó Eduardo Mata con la New Philharmonia Orchestra y las de Luis Herrera de la Fuente con la Sinfónica de Xalapa y la Sinfónica Nacional, discos por cierto difíciles de encontrar, salvo en las colecciones personales (con mucho gusto compartiré esos discos en cuanto encuentre la manera de convertirlos a formatos digitales).
Por lo pronto, escuchemos lo que está al alcance. Entre las primeras opciones que nos brinda la plataforma que elijamos, una vez que pusimos las palabras Sensemayá y Revueltas en el buscador, recomiendo comenzar con el track de apertura del álbum titulado Fiesta, con la Orquesta Simón Bolívar de Venezuela dirigida por Gustavo Dudamel:
Gong, tambores, fagot, clave, tuba, corno francés, trompetas unísonas con tuba y corno y alientos madera…
La sucesión de los instrumentos en sus entradas y puestas en juego, el suspense, los motivos rítmicos, las combinaciones contrapuntísticas, los ostinati, el collage, la piel chinita.
La música de Silvestre Revueltas nos pone la piel chinita, nos pone a volar. Es cuestión de cerrar los ojos y abrirnos al asombro.
La versión que estamos escuchando tiene varios atractivos y virtudes: en primer lugar el entendimiento cabal de la partitura que tiene Gustavo Dudamel, con quien he conversado acerca de la música de Revueltas, uno de sus autores favoritos y acerca de Eduardo Mata, a quien conocí y Gustavo Dudamel admiró de lejos, desde su natal Barquisimeto, cuando era niño y dirigía en la sala de su casa una orquesta formada por muñecos.
Lo que hace Dudamel es seguir los pasos de Eduardo Mata a la hora de dirigir a Revueltas y el resultado lo tenemos ahí, palpitando. Otra virtud: los intérpretes son muchachos venezolanos con el feeling exacto de los ritmos y el espíritu de lo latinoamericano y lo africano asentado en nuestras tierras.
El poema de Nicolás Guillén hiende sus raíces en la cultura africana y por supuesto en los ritmos de su patria, Cuba. Lo podemos constatar si ahora ponemos en el buscador de YouTube la combinación “Leonard Bernstein Sensemayá”, y disfrutaremos de una versión magnífica y la explicación que brinda Lenny Bernstein al público infantil que presencia uno de sus conciertos guiados.
En ese video, que data de 1963, Lenny Bernstein utiliza los vocablos precisos: “feroz, primitivo, salvaje, gemidos siempre controlados por la mano sabia de un artista verdadero” y lo vemos bailar enseguida en el podio, mientras la Filarmónica de Nueva York interpreta esa versión magnífica de Sensemayá.
Seamos aún más audaces, pongamos ahora en el buscador de Spotify la combinación “Willem Breuker Sensemayá” y encontraremos una joya de creación musical.
Escribo creación porque existen pruebas sobradas de que las buenas interpretaciones de una partitura son creaciones, sencillamente porque hacen sonar la voz del compositor de maneras vívidas, en este caso orgiásticas, divinas, las dotan de lo que en teatro es un valor supremo y recibe el nombre de verosimilitud.
Willem Breuker (1944-2010) fue un músico holandés de esos que no se andan con medias tintas. Un revolucionario cabal. Los conspicuos suelen ubicarlo en el territorio “jazz” cuando en realidad lo suyo es la revolución, la creación artística en estado puro. Encuentro entre sus semejantes a Carla Bley, el Art Ensemble of Chicago y Frank Zappa, tres ejemplos de músicos que reciben el compartimento estanco de “jazz” los dos primeros y “rock” el tercero de ellos, pero en realidad son músicos libres.
Todos ellos crearon colectivos, término asociado a la cultura hippie, revolucionaria por naturaleza. Sus formaciones artísticas en combos, bandas, orquestas en pleno, obedecen al criterio creativo que conocemos como “colectivo”, y por eso llamó a su combo Willem Breuker Kollektief y grabó un disco que se llama irónicamente With Strings Attached y transforma partituras de Gershwin, Alfred Janson, Ferde Grofé, Leroy Anderson y el gran revolucionario Erik Satie, pero el track que dedica a Silvestre Revueltas: Sensemayá, es un prodigio.
He ahí el suspense, los sonidos misteriosos, los embrujos, el canto ritual en una orquestación sorprendente, nueva y al mismo tiempo respetuosa del original. No añade ni quita nota alguna. Es Revueltas, pero distinto a todas las versiones orquestales existentes.
He ahí los relieves, las texturas, he ahí la dramaturgia. Willem Breuker nos hace sentir dentro de la orquesta. Vemos, escuchamos, observamos reptar a la serpiente (el subtítulo del poema de Nicolás Guillén es: “Canto para matar una culebra”), vibramos.
Pongamos ahora en el buscador la combinación “Sensemayá Esa-Pekka Salonen” y localizaremos uno de los mejores discos existentes con la música de Silvestre Revueltas. El álbum se titula así, justamente: The Music of Silvestre Revueltas, con Los Angeles Philharmonic y se inicia con la pieza más apreciada y considerada como la obra maestra de este autor: Sensemayá.
Ese material ya forma parte de la historia cultural de México, pues poco tiempo después de que fue grabado ese disco, su contenido fue interpretado en vivo en el Palacio de Bellas Artes en uno de los momentos más gloriosos de una vida de conciertos. Recuerdo que un grupo de locos alucinados no salíamos de nuestro asombro y nos quedamos en el lobby horas hablando de lo que acabábamos de presenciar y estableciendo las conexiones evidentes con Juan Rulfo por la manera como el director finlandés Esa-Pekka Salonen, entendía la música de Revueltas: una mirada profunda a la cultura de México, hasta que los guardias de Bellas Artes que nos escuchaban muy atentos nos pidieron amablemente que nos pasáramos a retirar porque ya era casi medianoche. Y seguimos la plática en la Alameda Central.
El Sensemayá de Esa-Pekka Salonen con la Filarmónica de los Ángeles es una celebración de la gloria y magia de la música de Silvestre Revueltas e incluye otras obras del mismo autor: Ocho por radio, Ventanas y Homenaje a García Lorca, entre otras, pero fundamentalmente La noche de los mayas, otra de las obras maestras de Revueltas, que es otra partitura salvaje, intensísima, que puedo resumir con las palabras de mi amigo el compositor Michael Nyman cuando lo llevé a la Sala Nezahualcóyotl para escuchar con mi Ofunam esa obra, La noche de los mayas y al terminar, luego de la parte final, “Noche de encantamiento”, con su apoteosis de congas, caracolas, güiros y todo el arsenal de percusiones, Michael y yo nos revolvíamos como niños en nuestras butacas. Al final, le pregunté, ambos sofocados de emoción:
–¿ Y qué te pareció, Michael?
–Fucking amazing!