Ciudad de México. El historiador Alfredo López Austin, quien falleció este viernes, fue un sabio conocedor de la cosmovisión en Mesoamérica y un verdadero humanista; además, un hombre generoso, defensor de las mejores causas como la de las actuales naciones indígenas y un forjador de generaciones de estudiosos, coincidieron intelectuales, artistas y especialistas.
La actriz y activista Jesusa Rodríguez declaró a La Jornada que “nunca fue mejor dicho el título de maestro que con él. Siempre dio clases y acompañó a sus alumnos durante toda su vida. Fue un hombre con un gran conocimiento, que fue enriqueciendo en colectivo.
“Lo recordaremos siempre. Está vivo en su legado y es único lo que logró descubrir y transmitir de nuestra cultura. Fue un sabio, incansable en su curiosidad y en su estudio, con una intuición única y quizá el primer sistematizador del estudio de Mesoamérica.”
Rodríguez describió a su amigo como una de las personas más sencillas y divertidas que haya conocido, “lleno de sentido del humor y de amor a la vida, junto con su esposa Martha Luján”.
El antropólogo Diego Prieto Hernández, titular del Instituto Nacional de Antropología e Historia, expresó que hay pesar por la pérdida de López Austin. “Lo vamos a extrañar mucho para seguir explorando en los universos simbólicos, los mundos rituales y culturales de nuestros pueblos indígenas, de las culturas originarias y civilizaciones primigenias de nuestro territorio.
“Sobre todo, vamos a extrañar su bondad, su generosidad, su profunda gentileza y compromiso con la lucha de los pueblos indígenas y en general con las luchas por una sociedad más justa y menos desigual.”
Comentó que ha conversado con la familia del también antropólogo para realizar “alguna clase de homenaje y celebración de la vida, como siempre lo hizo”.
La poeta zapoteca Natalia Toledo mencionó que López Austin, “a diferencia de otros estudiosos de los pueblos indígenas, fue un hombre generoso, accesible, humilde y compartido. Con su deceso refrendamos nuestra orfandad. La colaboración que hizo con Francisco Toledo, en el libro Una vieja historia de la mierda, muestra la visión única de los pueblos más antiguos de México”.
El historiador Antonio García de León hizo hincapié en el compromiso de su colega por el estudio de las culturas mesoamericanas, de su defensa de los derechos indígenas, su autonomía y de tomar en cuenta las diversas opiniones.
También, explicó el lingüista y músico, López Austin fue “un estudioso de las mitologías indígenas actuales, que son un sincretismo con el catolicismo y las antiguas concepciones. El gran valor de el intelectual es el respeto a las culturas originarias y a su voluntad.
“Hizo contribuciones muy grandes al estudio de la mitología mesoamericana y del mito en general, publicó una enorme cantidad de libros y artículos, siempre preocupado de definir el carácter de los dioses en el mundo mesoamericano, de la fusión posterior de la época colonial. Nos queda un agujero en el corazón por esta enorme pérdida”.
Luis Hernández Navarro, coordinador de Opinión de este diario, explicó que López Austin fue “uno de nuestros más relevantes intelectuales públicos. Conocedor profundo y apasionado (como muy pocos historiadores, arqueólogos y antropólogos) de la historia y cosmovisión mesoamericana, levantó su voz, una y otra vez, para enunciar: ‘Yo acuso’, tanto al colonialismo ajeno como al interno que, con los más distintos ropajes, expolia a los pueblos indígenas.
Las tormentas del presente
Añadió que el historiador “hizo el milagro de acercar nuestro pasado precolombino a las tormentas del presente, hasta convertirlo en parte apasionada de nuestra vida cotidiana. Rebelde ético, se comprometió a fondo y, consecuentemente, con la lucha por la soberanía popular de una nación consciente de su diversidad. No hay duda: siempre estuvo del lado de la justicia.
Por otra parte, el poeta y activista nahua Mardonio Carballo llamó a López Austin “la voz disidente dentro de los académicos mexicanos. Se colocó en las antípodas de los estudiosos al respecto de los pueblos indígenas. El conocimiento profundo que él tenía, mediante el estudio desde el cuerpo hasta los mitos, le llevaba a una comprensión de la realidad distinta.
“Siempre se colocaba en la punta de lanza, en la vanguardia, de los pensamientos que otorgaban a los pueblos indígenas la mayoría de edad. Él es un tlayekanketl, expresión náhuatl para designar a una punta que va abriendo camino, para que después se quede abierta esa ruta”.
Para la cronista e historiadora Ángeles González Gamio, Alfredo López Austin es “el prototipo de un verdadero humanista. Forjó muchas generaciones, aunque muchos no hayamos sido formalmente sus alumnos, de alguna forma lo fuimos al seguir sus enseñanzas, no solamente académicas, sino su visión de la vida, de cómo era México y la cosmovisión en Mesoamérica, nos enseñó muchas cosas.
“Una gran pérdida para el país. Deja un gran legado, una obra fantástica, un ejemplo de como ser un gran académico e historiador, y a la vez ser humano sencillo, accesible, generoso. Esa combinación no siempre se da.”