Moscú. Desde la cárcel, donde lleva recluido ocho meses, el líder opositor Aleksei Navalny difundió, con ayuda de sus abogados, una carta a sus seguidores, que circula desde ayer en las redes sociales del segmento ruso de Internet.
De su puño y letra, Navalny agradece el apoyo que ha recibido de quienes piensan como él y desde hace poco, igual que él, son catalogados de “terroristas” y “extremistas”, lo cual les cierra las puertas a expresar en público su descontento con la política del Kremlin, a riesgo –si lo hacen– de acabar también entre rejas.
Los anima a seguir luchando y, a los que tuvieron que irse a otro país huyendo de la represión, les dice: “Ustedes no se exiliaron, sólo tuvieron que cambiar temporalmente la ubicación de nuestras oficinas. Cambiaron de sitio para seguir luchando. Trabajamos por el bien de Rusia y de nuestro pueblo”.
Afirma que “(el presidente Vladimir) Putin y su club de multimillonarios, con uniforme policial y sin él, creyeron que después de encarcelarme tomarían un mazo y harían añicos toda nuestra infraestructura. Sin duda, afectaron a muchas personas, pero hasta ahora el golpe principal se lo dieron en su propio pie”.
Sostiene que “bajo una presión sin precedente, pudimos desarmar, trasladar y volver a armar la parte fundamental de nuestra infraestructura, que vuelve a estar operativa” y reconoce que, con su campaña de “voto inteligente” (apoyar al candidato de cualquier formación permitida con más posibilidades de vencer al del partido oficialista en las recientes legislativas), “ciertamente no se produjo una revolución, pero no tengan duda que dejó honda huella y el malestar de la gente crecerá con cada elección”.
Para Navalny, después de estas parlamentarias, la agenda de política interna estará marcada por “la degradación, el retraso, la subida de precios”. Considera que “el Kremlin canceló toda perspectiva de desarrollo, no habrá tecnología, ni crecimiento del PIB, ni aumento de los ingresos, ni educación ni salud públicos”.
El cambio de estatus de Navalny de “proclive a la fuga” a “terrorista” y “extremista” sólo mantiene el severo régimen de vigilancia que padece, además de que es motivo suficiente para impedir que pueda solicitar la libertad anticipada por buena conducta, como podría hacer cualquier persona cuyo delito es “incumplir los términos de una condena de libertad condicional”.
Las autoridades, es claro, quieren que Navalny no sólo esté en prisión hasta el último día de su condena a dos años y ocho meses, sino que ya están preparando al menos cuatro juicios más para extender al máximo su calvario.