En un mundo globalizado conceptos como soberanía, autonomía, independencia y fronteras políticas cambian radicalmente. El mundo es interdependiente y muchas veces las personas que viven en un país tienen más intereses económicos, sociales y políticos en otras naciones que con los habitantes del lugar en que se encuentran. Cada vez hay más trabajos y actividades sociales que se desarrollan en naciones como Puerto Rico, México y Argentina para atender mercados e intereses extranjeros. Lo mismo sucede con India en donde los centros de contacto responden a las necesidades de países de habla inglesa, para dar asesorías técnicas y financieras y para cerrar ventas, porque los costos de la mano de obra en estas naciones son menores a los de los países ricos.
En materia política sucede el mismo fenómeno. Grandes segmentos de la población se informan y desinforman a través de Internet y de las redes sociales que trascienden fronteras. Por medio de algoritmos especializados se dan a conocer temáticas políticas o sociales para favorecer a un grupo de interés que puede desestabilizar a un país.
Además, se ha comprobado que los productos de la red afectan la convivencia social. Frances Haugen, ex directiva del imperio de Mark Zuckerberg, señaló recientemente ante las autoridades de Washington que los contenidos de Facebook “dañan a niños, fomentan la división y debilitan nuestra democracia”.
La caída de Facebook, WhatsApp e Instagram hace unos días puso en evidencia la dependencia global a las redes sociales de parte de la población mundial.
Hace apenas medio siglo, los contenidos de radio, televisión y medios escritos los podía regular el gobierno. Temas tales como pornografía, delincuencia, incitación a la violencia, producción de drogas o desinformación política se controlaban a través de leyes y reglamentos.
Las regulaciones sobre medios de información se volvieron obsoletas con el desarrollo de Internet y, en especial, de las redes sociales. La información y la difusión de mensajes de cualquier temática no se pueden controlar por los gobiernos de cada país y los dueños de las redes tienen políticas muy laxas.
Las nuevas herramientas tecnológicas de comunicación acabaron con las fronteras del conocimiento, pero al mismo tiempo se presenta la manipulación de la información para favorecer a intereses poco claros, lo cual daña a la sociedad y a los gobiernos.