Siempre, pero con más razón hoy que se discute en el Congreso una ley, la de energía eléctrica, que tendrá efectos relacionados con la soberanía nacional, es necesario recordar a los diputados, que son representantes de la nación, de la nación mexicana. Nación es un concepto de la sociología. Significa un pueblo que vive en comunidad y que comparte historia, convicciones, creencias, pautas de comportamiento y más que nada un futuro común.
El artículo 51 de la Constitución no da lugar a dudas, dispone con claridad meridiana lo siguiente: “La Cámara de Diputados se compondrá de representantes de la nación electos en su totalidad cada tres años”. A quién representan los integrantes de la Cámara de Diputados, sean de mayoría relativa o de representación proporcional, queda claro en este precepto; son representantes de la nación y debe aclararse que en el texto de este código político se usa la palabra nación, muchas veces, como sinónimo de Estado y si bien, ambas realidades tienen al pueblo como su causa material, difieren en cuanto a su causa formal, el Estado es un pueblo organizado jurídica y políticamente; la nación es un pueblo que comparte una cultura.
No se trata de palabras para discursos o proclamas. Es un principio básico de nuestra convivencia. Nación es una comunidad viva que perdura en el tiempo, formada por personas, pero que trasciende a las personas; el poeta tabasqueño Gurría Urgell, en un poema memorable escrito cuando militaba en el PAN de antaño, se refiere a esta idea con elegancia y profundidad; dice: “El hombre es patria que pasa, la patria es hombre inmortal”. Ahora, los contemporáneos jóvenes o viejos hombres o mujeres mexicanos, constituimos la patria, pero todos un día moriremos y sin embargo la patria seguirá adelante.
Si los legisladores y en general, quienes participamos en política en el país, interiorizamos y entendemos plenamente el texto constitucional leamos o no a Gurría Urgell o a López Velarde o a Díaz Mirón, a la hora de asumir una decisión política, debiéramos tomar en cuenta por encima de cualquier otro el interés el de la nación. Respecto de los diputados existe la escueta determinación del constituyente, ellos representan a la nación no a su partido, ni a su distrito, menos a su gobernador, como algunos creen y era la costumbre; tampoco a su sector ni a su gremio, a la nación que es la que nos formó, comunidad a la que pertenecen y que continuará cuando ellos ya no estén.
Ahora, los diputados tienen ante sí un asunto importante para el momento actual y para el futuro, se trata del proyecto de ley sobre energía eléctrica que presentó el Presidente de la República; al estudiarla, al proponer mejoras o cambios al proyecto y principalmente al votar en favor o en contra, deben tener en mente esa representación nacional y al hacerlo, considerar dos requisitos indispensables para que las decisiones parlamentarias lo sean realmente; que los votos sean libres e informados.
La práctica adoptada de mucho tiempo atrás en nuestro país y también en otros del mundo, es que se vota no por convicción. Los debates sirven para sentar posiciones, pero no se dan para convencer a los demás, sino para enfrentarse a ellos; de esa manera la discusión parlamentaria pierde altura y decae en choques de adjetivos y en expresiones que tienden a demostrar los errores del contrario y no a exaltar lo bueno o malo de una ley. Muestra lamentable de esta actitud es que cada vez más, grupos parlamentarios, en lugar de pedir la palabra para esgrimir razones y tratar de convencer a sus pares que son los demás diputados, en forma teatral toman la tribuna, sacan carteles, hacen pantomimas y con todo eso, que a veces es válido, rebajan al Congreso y se torna en una forma inferior de expresar las convicciones.
Lo que se decidirá es si la reforma constitucional propuesta por el presidente Peña al inicio de su gestión y aprobada por el llamado Pacto por México se modifica o si se mantiene en vigor. Como los diputados deben estar informados, no pueden pasar por alto que, para esas reformas al inicio del gobierno anterior, se compraron votos de legisladores y en algún caso, se compró al partido mismo, también deben informarse a fondo de qué se trata.
Antes de la reforma de Peña, la Constitución establecía que las áreas estratégicas de la economía no podían estar en manos de empresas privadas y muchos menos de empresas extranjeras; dentro de esta área estratégica estaban los hidrocarburos y la electricidad, nuestros constituyentes pensaron que controlar esas fuentes de energía, era indispensable para defendernos en el mundo globalizado en el que el pez grande se come al chico.
Abandonar un área estratégica es contrario al interés nacional, es entregar a nuestros competidores lo que nuestra nación necesita; los legisladores con libertad y plenamente informados de lo que se decidirá, deben votar en conciencia, con responsabilidad y claros de lo que está en juego.