Durante más de una década, el Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) ha realizado esfuerzos descomunales para restaurar el pleno empleo y su meta de inflación, indicadores que se han visto afectados significativamente a causa de las grandes crisis de 2008-2009 y de manera reciente la relacionada con la pandemia de Covid-19.
Mediante políticas monetarias extremadamente expansivas, tales como reducciones en la tasa de interés a niveles cercanos a cero y la compra masiva de bonos del gobierno (QE), la Reserva Federal ha perseguido el objetivo de reducir las tasas de interés para diferentes vencimientos y aumentar la liquidez en el mercado.
Los esfuerzos realizados durante dicho periodo han arrojado resultados mixtos, entre ellos el retorno a un empleo pleno ha sido largo y lento, mientras en términos generales la FED ha sido incapaz de regresar a una inflación de 2 por ciento, que se ha mantenido por debajo de ese objetivo durante la mayor parte de este lapso.
Al mismo tiempo, la excesiva liquidez en los mercados ha incrementado la llamada “búsqueda de rendimientos” por parte de los agentes del mercado, el famoso “search for yield”, que no es otra cosa que la búsqueda de mayores retornos mediante la adopción de mayor riesgo. Esto es, las políticas adoptadas por la Reserva Federal han generado otro tipo de inflación: la de los precios de los activos, que incluye, por supuesto, el mercado accionario.
La pandemia de Covid-19 ha sumado nuevos desafíos a este contexto que se caracteriza por un lento retorno al pleno empleo y un persistente rezago en la recuperación de la inflación. La pronta y fuerte respuesta a la pandemia por parte de la FED, ha sido acompañada con un decidido y atípico estímulo fiscal por parte del gobierno de Estados Unidos, medida que lo ha llevado a incurrir en elevados déficits fiscales.
Si bien dicho esfuerzo ha permitido una rápida recuperación de la economía y del mercado laboral, las bajas tasas de interés (que estimulan la demanda) y una política ampliamente expansiva del gobierno (que también estimula la demanda) han derivado en una rápida aceleración de la inflación.
Lo anterior pone en relieve múltiples riesgos para la Reserva Federal y, por lo tanto, para la economía global. El riesgo inmediato radica en prevenir que las elevadas tasas de inflación que prevalecen en la actualidad se vuelvan permanentes, es decir que los agentes económicos incorporen en sus expectativas mayores niveles de inflación en el futuro. Los múltiples choques, tales como la crisis energética global que está generando presiones inflacionarias o el desabasto de insumos en el sector manufacturero, riesgos que cabe mencionar están fuera del control de la FED, son un factor adicional que poco contribuye a mantener la inflación bajo control.
En este entorno, la reserva federal ha señalado su intención de empezar a moderar el estímulo a la economía, primero mediante la reducción de su nivel de compra de bonos del gobierno y eventualmente mediante un incremento en las tasas de interés, lo cual algunos suponen podría venir tan pronto como a finales del próximo año.
Se trata, sin embargo, de un equilibrio precario. La economía y el empleo no terminan de emerger de la pandemia, lo cual sugiere que remover el estímulo muy pronto puede ser perjudicial para la economía. Las presiones inflacionarias persistentes sugieren, por otra parte, que remover el estímulo muy tarde puede ser asimismo perjudicial. Adicionalmente, de reducir la liquidez, los mercados deberán ajustarse a un entorno que afectará de manera negativa los precios de los activos (acciones de las principales empresas, por ejemplo), lo que propiciará un entorno de marcada incertidumbre en los mercados.
La tarea de la Reserva Federal es colosal, su desenlace tendrá, sin duda, implicaciones globales. La década que nos antecede se ha caracterizado por el malestar social como consecuencia de las políticas económicas implementadas a raíz de la crisis económica del año 2008. La crisis económica en Grecia, la Primavera Árabe, el resurgimiento del populismo europeo, el Brexit, el cuestionamiento al modelo económico “neoliberal” e incluso la migración son fenómenos de origen económico que aún no han sido resueltos del todo.
La FED tendrá que balancear de manera cuidadosa los múltiples riesgos que se presentan en el sistema económico global y buscar una transición hacia un menor nivel de estímulo de la manera menos disruptiva posible. Su tarea es altamente compleja y trascenderá en la historia.
Ante estos escenarios, en México corresponde al Banco Central y a la Secretaría de Hacienda estar muy atentos, además de contar con una capacidad inmediata de reacción, ya que para nuestro país la interdependencia económica con nuestro vecino del norte es permanente e inevitable.