Un resurgimiento del movimiento de trabajadores está confrontando la injusticia económica que es el saldo de cuatro décadas de neoliberalismo en el país más rico del mundo, y cuyas consecuencias ahora están al centro de una crisis existencial de lo que llaman democracia en Estados Unidos.
En los últimos meses se ha registrado un número sorprendente de huelgas y acciones laborales, y amenazas de mucho más, en varias partes del sector privado, incluidas empresas emblemáticas como Kellogg’s (en parte en respuesta a amenazas de la empresa de trasladar más producción a México si los trabajadores no aceptan demandas patronales), RJR Nabisco y Frito-Lay (éstas dos ya fueron ganadas por el sindicato), más de mil mineros de carbón en Alabama mantienen una huelga de más de seis meses, en universidades, cadenas de comida rápida y más.
Además, decenas de miles de agremiados han autorizado que sus sindicatos declaren huelgas, entre ellos los 65 mil trabajadores de producción de la industria de cine y televisión, otro gremio de 37 mil trabajadores de una empresa de salud y hospitales, y unos 10 mil trabajadores de John Deere.
En lo que va del año se han registrado oficialmente más de 12 “huelgas mayores” (aquellas de más de mil trabajadores) que involucran a un total de 22 mil 300 empleados; en 2020 hubo 90. Se han registrado más de 100 huelgas “menores” en el año en curso, comparado con menos de 50 todo el año pasado.
Todo indica que la huelga, el arma más poderosa de los trabajadores, está resucitando y que 2021, según el veterano periodista y analista laboral Harold Meyerson, empieza a parecerse a 1919 y 1946, cuando Estados Unidos tuvo su mayor número de huelgas.
Todo esto ocurre en una coyuntura en la que la aprobación de los sindicatos en la opinión pública registra su nivel más alto en más de medio siglo, 68 por ciento (90 por ciento entre demócratas), según Gallup.
A la vez hay otros tipos de “acciones” laborales no organizadas que algunos analistas están calificando como un tipo de rebelión laboral, con la decisión de millones de trabajadores –sobre todo en trabajos de salarios mínimos o bajos– de no retornar a esos empleos al reabrirse la economía rechazando las condiciones en esos empleos en lo que es en cierto sentido una huelga masiva.
Más aún, además de sindicatos hay un universo creciente de organizaciones laborales –cooperativas, centros obreros, organizaciones de jornaleros y trabajadoras domésticas, taxistas y más– que forman parte dinámica de lo que se puede llamar el movimiento laboral. A esto se suman nuevos aliados que surgen de la lucha contra la desigualdad e injusticia económica, entre ellos la Campaña de los Pobres, la diáspora de Ocupa Wall Street y un renovado movimiento social demócrata/socialista como Democrátic Socialists of America junto con legisladores federales progresista como Bernie Sanders, Alexandra Ocasio-Cortez y Jesús Chuy García vinculados a la lucha de los trabajadores.
Todo mientras se revelan más detalles sobre la delincuencia legal de los más ricos y sus paraísos fiscales, como datos que registran que la fortuna de los 400 más ricos en este país se elevó 40 por ciento, justo mientras la pandemia devastó la vida de millones. Esto en un país donde, como señala Sanders, el 1 por ciento más rico tiene aún más riqueza que 92 por ciento del resto de la población, y donde 45por ciento de todo el nuevo ingreso ha sido concentrado por el 1 por ciento desde 2009.
Fueron los trabajadores oficialmente calificados de “esenciales” que rescataron a este y otros países de la pandemia y sus efectos (ningún empresario ni ejecutivo o banquero de Wall Street tuvo esa clasificación). Ahora son esenciales para el rescate –como siempre lo han sido a lo largo de la historia del país– de Estados Unidos ante la crisis económica y política que amenaza el futuro de la democracia.
Teatro Campesino. El Picket Sign.
Pete Seeger. Talking Union.
Dolly Parton. 9 to 5.