Sevilla. El escritor argentino César Aira (Coronel Pringles, 1949) recibió este sábado el Prix Formentor 2021 en Sevilla, en un acto en el que repasó su trayectoria vital y literaria, marcada por una “educación defectuosa”, como él mismo reveló en su discurso en el que postuló que “casi todo lo que se hace, al menos lo que hago yo, se hace como pretexto para poder hacer otra cosa”.
Aira agradeció la concesión del galardón aunque precisó que “un premio tiene algo de final del juego, porque mira en una sola dirección: a lo ya hecho. Pero si la partida se jugó respetando las reglas, éstas quedan vigentes después del final, de modo que el juego seguirá, no en un ilusorio futuro de revanchas, sino en un plano del presente estriado por los tiempos posibles, entre los cuales tanto el pasado como el futuro son fichas disponibles para nuevas jugadas”.
El autor reconoció el impacto que tuvo en su trayectoria vital su “educación defectuosa”, eje sobre el que versó su alocución. “Una educación es un proceso temporal. Una buena educación pone al tiempo de su parte, para lo cual lo ordena comedidamente en paralelo a su experiencia. No fue mi caso: por una decisión que escapó a mi control, tuve una educación defectuosa”, afirmó.
La fórmula para todo
“Lo supe cuando ya estaba en el proceso, me daba cuenta de que estaba experimentando una intermitencia de desapariciones, cuando lo propio de una educación adecuada es la acumulación de apariciones. No pude evitarlo. Una megalomaniaca convicción infantil de mi superioridad mental hizo que rechazara todas las insinuaciones del sentido común, con una positiva distracción que ya empezaba a parecerse a la literatura. Y, una vez adulto, frente a desafíos que debía sortear con los ojos cerrados, recurrí para explicármelo a la fórmula con la que titulé todo lo que escribí: una educación defectuosa.”
El autor, cuya abundante obra novelística, teatral y ensayística, asciende a más de sesenta textos expuso: “En mi caso, el proceso del aprendizaje se cerró pronto, no sólo por el motivo más extendido, que es el temor de caer en la trampa de una educación crónica, sino por la prisa de empezar a ejercitar mis imperfecciones, como otras tantas elegancias literarias. Sí, a veces pienso que fue un sueño, que todos los libros que leí en mi infancia fueron otros tantos sueños”, reveló.
En este punto, aseguró que “se recurre al sueño cuando no hay otra explicación. Hace muchos años que tengo un solo sueño (...) cuyo argumento puede resumirse como la necesidad de llegar a tiempo, o la imposibilidad de llegar a tiempo, ya sea a un viaje en avión o en tren, a una reunión, a una cena, a un sitio donde me esperan.
“Lo que he observado es que dentro del tiempo de la demora en llegar a tiempo hay otros tiempos, globos de tiempo en los que, justamente, me demoro, globos narrativos que hacen a mi profesión. Al autoimpartirme educación en los primeros años de mi vida, como en los recientes, he estado soñando que nunca puedo llegar a tiempo, al no aceptar maestros ni consejos, quedé en manos del Hada Atención.
“Yo, por efecto de las lecturas de las que ya estaba intoxicado, reservé la atención para lo maravilloso. No concebía como digno de mi atención sino lo que estuviera facetado en mil caras, el diamante en cuyo corazón innumerable se reprodujeran las imágenes de mi realidad personal”, aseguró.
Alucinógeno y células de ficción
“No fue un juego sino el trabajo al que me llevaron las lecturas y mi propensión invencible a no hacer otra cosa que leer –añadió en otro punto de su discurso–. La ejercí esforzadamente durante 30 años, en los que cientos de novelas pasaron por mis conductos nerviosos. Que esos libros procedieran de la zona de golpes bajos de la literatura no me preocupaba. De sus páginas emanaba un gas alucinógeno que producía células de ficción.
“Los escrúpulos de la doble realidad eran aplicados a una materia, la literatura, donde sostener la atención era el único control de calidad posible.”
El año pasado, Aira publicó tres novelas cortas Fulgentius, Lugones y El Pelícano. En México, en Ediciones Era ha publicado La costurera y el viento, Un episodio en la vida del pintor viajero, Cómo me hice monja y La princesa Primavera.
El Premio Formentor, dotado con 50 mil euros y sostenido con el mecenazgo de las familias Barceló y Buadas, es un reconocimiento a la calidad e integridad de los autores cuya obra consolida el prestigio y la influencia de la gran literatura. A partir de este año, el galardón recupera su itinerancia y título, Prix Formentor.
La entrega de esta distinción precedió a las Conversaciones Literarias de ayer domingo y este lunes en el Hotel Barceló Sevilla Renacimiento con el lema Náufragos, peregrinos y argonautas.