Moscú. La concesión del premio Nobel de la Paz al periodista Dimitri Muratov, compartido con la filipina Maria Ressa, sorprendió aquí a todos cuando las quinielas se inclinaban por favorecer este año al líder opositor ruso Aleksei Navalny, la ex candidata presidencial bielorrusa Svetlana Tijonóvskaya, la activista medioambiental Greta Thunberg, el movimiento Black Lives Matter o la Organización Mundial de la Salud por su labor frente a la pandemia de Covid-19.
Decisión salomónica ante la imposibilidad de destacar a uno solo de los cinco favoritos o no, el reconocimiento no deja de ser merecido y recayó en el director de Novaya Gazeta, uno de los pocos periódicos de oposición al Kremlin, y en la directora del portal de noticias Rappler de Filipinas por “sus esfuerzos por defender los derechos humanos y la libertad de expresión, que son pilares fundamentales para la democracia y una paz duradera”, según el comité que concede el galardón.
Apenas conoció la grata noticia, Muratov declaró que este premio “se debe en realidad a Igor Domnikov, Yuri Schekochijin, Anna Politkovskaya y Anastasia Baburova, así como al abogado Stanislav Markelov y la activista de los derechos humanos Natalia Estemirova, amigos queridos, periodistas y colaboradores del periódico que perdieron la vida por publicar la verdad”.
Agregó Muratov: “No me dieron a mí el Nobel. Tengo claro que como no se concede post mortem, me tocó a mí. De hecho, por los pasillos de Novaya Gazeta puede uno cruzarse con muchos ganadores del Nobel de la Paz; somos 138 miembros en la redacción y todos aportamos algo, igual que los grandes colegas Nugzar Mikeladze y Zoya Yershok, fundadores del periódico ya fallecidos”. Admitió también que si de él dependiera, habría votado por Navalny, quien “lo merece por su absoluta valentía, y sin duda lo recibirá en otra ocasión”.
En cuanto al contenido monetario del premio (un millón 140 mil dólares), Muratov, tras aclarar que él no es Boris Pasternak (el insigne poeta soviético que rechazó el Nobel de Literatura), adelantó que una parte será destinada a ayudar a niños que necesitan operaciones costosas, conforme a la permanente labor que impulsa a favor de los más necesitados, y el resto, si así lo decide la redacción, servirá para reanimar las finanzas del periódico.
Novaya Gazeta ha sobrevivido los años recientes por el respaldo económico del ex líder soviético Mijail Gorbachov y del magnate Aleksandr Levediev, propietarios junto con los periodistas, pero depende esencialmente de sus lectores.
El premio se conoció un día después del 15 aniversario del asesinato de la periodista Anna Politkovskaya, que pagó con su vida las atrocidades que denunciaba en sus reportajes sobre Chechenia y las injusticias en otras partes de Rusia.
El pasado jueves, en un documental estrenado por Novaya Gazeta el mismo día en que prescribió el delito para juzgar a quien dio la orden de matar a Politkovskaya, Muratov afirmó que el Kremlin sabe desde hace tiempo quién es el autor intelectual de ese crimen, pero no quiere decirlo por así convenir a sus intereses.
El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, sin darse por enterado de la grave acusación, señaló poco después de anunciarse el nombre del ganador del Nobel de la Paz este año: “Podemos felicitar a Dimitri Muratov. Es consecuente con sus ideales, trabaja para alcanzarlos. Es talentoso y valiente”.
En las redes sociales, muchos felicitan a Muratov y se alegran por el premio; otros se sienten agraviados y creen que debería renunciar en favor de Navalny; unos más sostienen que no debe hacerlo, para salvar económicamente al periódico, y no faltan quienes no desaprovechan la oportunidad de acusarlo de ser “agente extranjero al servicio de los intereses de otro país, más aún que cobrará por sus servicios más de un millón de dólares”.
Muratov respondió de manera contundente: “Me importa un carajo lo que se diga en las redes sociales” y, con ironía, apuntó que no le molestaría que antes de cada nota del periódico lo obliguen a poner que la escribió “un agente extranjero, Premio Nobel de la Paz”, pero no cree que sean tan poco inteligentes.
El Consejo de la Federación o Senado aclaró de inmediato que recibir el Nobel no está incluido entre las causas para ser catalogado agente extranjero. Antes de Muratov, cuando aún existía la Unión Soviética, recibieron esa distinción Andrei Sajarov y Mijail Gorbachov.