Las Vegas. En la pelea más esperada del año, el británico Tyson Fury defenderá este sábado su corona de los pesos pesados del Consejo Mundial de Boxeo frente al estadunidense Deontay Wilder en la tercera, y probablemente última, entrega de una rivalidad de tres años.
La trilogía, que se completará en el T-Mobile Arena de Las Vegas, vivió anteriormente un épico empate en Los Ángeles en 2018, cuando Fury sobrevivió a un derribo, y una clara victoria del británico en febrero de 2020.
Tyson comprende que los boxeadores más memorables son también promotores talentosos, y él ha sabido vender el último combate de su trilogía ante Wilder con la capacidad de un empresario.
El monarca británico invicto se ha burlado y alterado a Wilder a lo largo del desarrollo de su confrontación culminante, apareciendo con el pecho al desnudo con una chaqueta hecha a la medida. La confianza y carisma de Fury en las presentaciones públicas de ambos púgiles han convencido a muchos de que están por ver otra coronación y una vapuleada más violenta.
“Él se niega aceptarlo y va a ser noqueado”, aseveró Fury. “Su legado es poco. Lo noqueé y ahora lo voy a retirar”.
Sin embargo, detrás de la teatralidad promocional se encuentra un trasfondo de frustración.
Fury está harto de las estrafalarias excentricidades de Wilder y un poco fastidiado por las intrigas boxísticas que lo obligaron a una tercera edición de una pelea que de antemano ha ganado dos veces.
Y si bien Fury (30-0-1, 21 nocauts) ganará millones de dólares por esta función en pago por evento, la insistencia de Wilder de realizar una revancha impidió que el británico pactara el combate que realmente deseaba contra el también campeón Anthony Joshua.
Fury también siente cierta empatía, dado que cree que Wilder (42-1-1, 41 nocauts) está lidiando por algunas de las mismas batallas de salud mental que Fury enfrenta día con día.
Ayer, ambos peleadores superaron la báscula y están listos para poner fin a su épica trilogía.