En 2012, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) publicó en la antología Todos cuentan: narrativa africana contemporánea (1960-2003) el relato epistolar Mandón, de Abdulrazak Gurnah, hoy galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2021. La traducción es de Mario Murgia, quien señala que la narrativa del autor “es directa, con muchas evocaciones y personajes sensibles, inteligentes, y no por ello menos críticos de su circunstancia”.
Con autorización de la Dirección de Literatura de la UNAM, publicamos para nuestros lectores un fragmento de ese cuento, incluido en el tomo II de la compilación coordinada por Charlotte Broad, como resultado del Seminario Permanente de Traducción Literaria de la Facultad de Filosofía y Letras.
Hace mucho tiempo fue aquello, sentados en el muelle cubierto de percebes, columpiando las piernas en el aire. El muelle Princesa Margarita en las largas sombras de la tarde, mirando el mar debajo de nosotros haciendo espuma con brazos y piernas y pelando los dientes. Un largo cuento le conté, sofisticado y sabio, un entramado de mentiras. Le conté que un hombre se había parado junto al mar a mear y que la meada seguía y seguía sin fin. Como una lengua de longitud infinita, toda enrollada en las entrañas del hombre. En el muelle Princesa Margarita vimos a Ferej tragarse el agua como un tiburón. El agua estaba picada y refulgente el día que ganó el campeonato interescolar. En el muelle Princesa Margarita, tras un día de 1956 en que la buena princesa puso pie en nuestras humildes tierras. Del otro lado había cuatro cañones, remachados al concreto y mirando al mar. Petardos ceremoniales para dar la bienvenida a la princesa.
La carta había llegado esa mañana, un papelucho sucio que acabó con mi paz autoimpuesta. El nombre de Karim estaba escrito claramente al reverso del recibo del correo aéreo, y todo el espacio sobrante estaba lleno de mensajes de “Feliz Año Nuevo” a mano.
31 de diciembre de 1973
Querido Haji:
(O Peregrino a la Tierra Prometida)
Estoy sentado en nuestra oficina, o para ser más precisos, en nuestra bodega; me entretiene el sonido de las aserradoras, cepilladoras, lijadoras y perforadoras. Junto con el golpeteo rítmico de los martillos sobre los clavos, todo esto se combina para formar una obra maestra única en los últimos minutos del año. La atmósfera que prevalece no tiene nada que ver con que te escriba; es sólo para comunicarte que actualmente tengo un contrato con un cíclope de nombre Rahman, cuya cueva es este Taller de Carpintería. Supongo que te sorprenderá saber que también vivo en concubinato con su hija.
También te sorprenderá saber que hoy estoy celebrando mi primer aniversario de “A Occidente, muchacho”. Son sólo 25 kilómetros al occidente, pero ya sabes cuán grande es esa distancia en realidad. Hace exactamente un año, una tarde de domingo, yo y otros amantes de la libertad nos preparábamos para ponernos en marcha y seguir a ese gran genio, amo y generador de electricidad, organizador y guía de nuestra expedición, el Capitán General Jabir Dumas (también conocido como Hamlet de fama ST 9). Aquí entre nos, me enteré de la identidad del autor intelectual demasiado tarde como para arrepentirme, justo cuando estaban izando la vela, de hecho. Pero antes de que pudiéramos ofrecer un sentido adiós a nuestra patria querida, por siempre frondosa y verde, nos atajó un centinela navegante. Tuvimos que darle un buen soborno para arreglar las cosas. Tuvimos un viaje peligroso, durante el cual nos quedó claro que nuestro Hamlet no sabía distinguir entre el sur y un serrucho. Sin embargo, atracamos en una playa que resultó estar a cerca de 90 kilómetros al norte de nuestro destino. Una vez que atracamos, el viaje fue tranquilo y fácil, y puedo afirmar con satisfacción que llegamos aquí cansados pero de una pieza. En eso quedó la forzada aventura.
¿Qué te has hecho en el último año? Tu silencio parece acentuarse con el tiempo. Tu última carta tenía sólo una línea y ni siquiera la entendí. ¿Todavía estás trabajando o ya conseguiste lugar en la universidad? Escríbeme y dime cómo te va, mano. Quiero que me cuentes de todas esas mujeres que te traen tan ocupado. Mándame una foto si puedes. Quiero ver si ya engordaste más.
Yo he seguido con mis estudios en la escuela nocturna. Cuesta muchísimo trabajo regresar del molino e irse derecho a la facultad. Como podrás imaginarte, no me está yendo muy bien. Tengo que ir todas las tardes. Empiezo a trabajar a las siete de la mañana, lo que no me deja mucho tiempo para estudiar en casa. De todas maneras, quien no arriesga… Me he interesado mucho en la poesía de los simbolistas franceses, pero como sabrás, no es fácil conseguir libros acá. Si ves algo relacionado con el tema, te agradecería mucho que me lo mandaras. Rembolso con paloma mensajera. ¿Sabes qué? Extraño aquellas conversaciones nuestras. Aquí no hay nadie con quien hablar, por lo menos de cosas serias. La gente nada más quiere hablar de los que atrapan desviando fondos del gobierno.
Muchos cuates de por allá ahora están aquí. A Hassan lo agarraron queriendo escaparse con unas muchachas de Goa en una ngarawa. Los detuvieron unos cuantos días y luego los soltaron, nadie sabe por qué. Hassan de alguna manera se las arregló para encontrar otra forma de escapar y ahora también está aquí. El Abogado se fue a una universidad de Boston para estudiar Química Intencional. No me preguntes, eso me dijo.
Hace poco conocí a su hermano y me dijo que a nuestro Abogado le paga hartos dólares el gobierno norteamericano, que además le paga la colegiatura. Por eso también estoy pensando en hacerle una solicitud al Tío Sam.
¿Te la pasaste bien en Navidad? Aquí estuvo muy tranquilo, aunque Bachu se emborrachó y comenzó a decirle lelo a nuestro líder de la isla. Al pobre tipo lo corrieron de la oficina por decirle burro a su jefe. Por cierto, ¿te acuerdas de la hermana de Amina Marehemu Rashid? Tenía como diez años cuando te fuiste. Ahora es prostituta. Ya no tengo espacio. Escribe pronto y no olvides la foto. Saludos a los cuates.
Con cariño, Karim.
Su padre vivía en una de las casas que mi padre tenía. Se suponía que era una tienda y parece ser que en algún momento fue una tienda con mucho éxito. Pero hasta donde recuerdo, lo único que tenía eran cajas de clavos oxidados y vitrinas con anzuelos de pescar viejos y cordel. Si alguien se paraba a comprar algo en la tienda, el padre de Cable le pedía dinero prestado. Iba a la mezquita a diario, cinco veces al día, y siempre le pedía dinero a alguien. Hacía rondas con los vecinos y les pedía dinero. Iba a la oficina del seguro social y pedía dinero. No sé si sacaría algún dinero de todo eso, pero sí sé que a mi padre no le pagaba nunca la renta. Era delgado y bajito y la piel de sus mejillas estaba correosa y flácida. Tenía la mandíbula hundida porque ya no le quedaban dientes. Cable me decía que tenía grandes terrenos en la India pero que no le alcanzaba el dinero para el viaje de regreso a su tierra. Mientras tanto, su padre quiso convencerlo de que consiguiera un trabajo, pero Cable siempre se negaba porque según él ya no iba a poder continuar con sus estudios marítimos.
* Traducción de Mario Murgia