“La distopía nos alcanza a todos de manera pareja. La tecnología es un poco patrimonio de los países ricos pero la construcción del futuro, de la utopía y la distopía nos pertenece en general, y la tenemos que elaborar desde todas las tradiciones”, afirmó Bernardo Fernández, Bef (Ciudad de México, 1972), narrador gráfico y en prosa cuya novela ciberpunk Gel azul acaba de ser reditada en la Colección Popular del Fondo de Cultura Económica
En entrevista, el autor galardonado a escala internacional por su ciclo de novelas policíacas Los alacranes, consideró que el ciberpunk (subgénero de la ciencia-ficción que presenta futuros cercanos en agobiantes ambientes urbanos de alta tecnología) es en México “la peor pesadilla de la generación que hizo la Revolución o la Posrevolución, la modernidad fallida donde todo salió mal, en la cual después de cien años seguimos con profundas desigualdades, con una oligarquía instalada que no parece que se vaya a ir pronto”.
Gel azul, publicada por primera vez en 2006, con la cual Bef obtuvo un año después el Premio Ignotus de la Asociación Española de Fantasía, Ciencia-Ficción y Terror, es ante todo una fábula policiaca en el cual el detective J. Crajales busca desenmarañar un misterioso crimen perpetrado contra una heredera millonaria, buscando pistas en el Centro Histórico, la Zona Rosa, Santa Fe y otros espacios de una Ciudad de México hipertecnologizada.
El relato “es un ciberpunk totalmente chilango, incluso no operante en Monterrey (Nuevo León), que es como el espejo de la feria y ofrece un reflejo monstruoso de la realidad”, aseguró el creador de las novelas gráficas Habla María y Uncle Bill, entre otras.
“Sería muy pretencioso decir que Deckard (el detective de la película Blade Runner de Ridley Scott, 1982, basada en una historia de Philip K. Dick) está en Los Ángeles y Crajales en la Ciudad de México, pero intento mostrar cómo se vería el futuro desde acá, que no puede ser el mismo de Hollywood. Lo que yo buscaba era plantear un escenario no digamos creíble, sino coherente con la realidad nacional”.
Comentó que “en retrospectiva, creo que estaba muy enojado cuando escribí esta novela, y se nota mucho este enojo generacional, los de la Generación X –quienes nacieron entre 1965 y 1981– estamos atrapados en medio de dos paréntesis, la caída del sistema en 1988 y el error de diciembre de 1994, y yo venía de la furia de todo eso. Ese enojo se ha diluido un poco en las nuevas generaciones. La frivolidad ha prevalecido un montón, para bien y para mal, o más que eso, un cierto desparpajo que no tenía mi generación, para quienes era una bandera traer en el sobaco La Jornada, el primer periódico moderno que hubo en este país.
“Ese es el espíritu que ha tenido mi generación de escritores de ciencia-ficción en México, que buscamos hallar el camino para presentarnos. Mad Max (saga futurista, distópica, iniciada en 1979 con la cinta homónima de George Miller) sucede en Australia, ¿pero qué pasaría al mismo tiempo en el desierto de Sonora de ese universo?”
El también ganador del Premio de Novela Grijalbo 2011, por su novela Hielo negro, agregó que “el futuro se nos disolvió en la vida cotidiana. El mundo de (las series de dibujos animados) Los Supersónicos y Futurama ya no es muy diferente al presente, y hoy las cosas cambian tan rápido que ya somos temerosos de plantear futuros lejanos”.