El cronista Carlos Villasana recolectó un tesoro encontrado entre las chácharas, tianguis o la basura. Son tarjetas postales, negativos, folletos y fotografías antiguas que detienen el tiempo para ilustrar la transformación de la Ciudad de México. Pequeñas embarcaciones sobre el canal de la Viga, los ferrocarriles estacionados sobre las vías en Buenavista o una carreta tirada por caballos en Tacubaya.
Una centena de imágenes entrañables, con una dosis de magia, que presentan la urbe como la relatan los abuelos son mostradas en el libro La ciudad que ya no existe, publicado por Planeta. A modo de álbum, incluye descripciones sobre los lugares, una línea del tiempo para indicar la década a la que pertenece y un código QR para comparar el mismo sitio con la actualidad. Los barrios, monumentos y personas cuentan la historia gracias a la permanencia del blanco y negro, escenas de tintes sepia.
“Hay imágenes que sobresalen; todo en ellas nos sacude”, se advierte desde las primeras páginas. Están clasificadas en personajes de la vida cotidiana, edificios, vehículos o esculturas históricas y lugares icónicos. Así lo ha vivido Villasana, en su caza de la memoria abandonada, “agacho la vista, estoy revisando y encuentro los elementos, como la luz o los integrantes, que me transmiten algo, tal vez lo que me contó mi abuelo o mi tío y pienso ¡qué belleza de foto!, de alguien que probablemente nunca supo que era excelente fotógrafo”.
Reconoce que muchas de las imágenes históricas o urbanas son de grandes fotógrafos, como Casasola, Héctor García o Nacho López, muy artísticas. “Me ha tocado vivir este lado como investigador iconográfico y me topo con estas imágenes que tienen los elementos”.
Creador del proyecto La Ciudad de México en el Tiempo, Villasana fundó en 2011 la página en Facebook para publicar las escenas citadinas y comentarlas. “Empecé a abrir mi archivo porque yo también quería que la gente conociera y ubicara”. Ante el éxito de la propuesta, se extendió a un espacio en Canal Once. Su búsqueda de las escenas pasadas complementa su trabajo de crónica de la capital mexicana, donde el paisaje urbano y las personas son protagonistas.
“Es la ciudad que vivieron nuestros abuelos, que se transformó muchísimo. Momentos que fueron captados por fotógrafos en muchas ocasiones desconocidos. Es entrar a la intimidad de estas personas; también me interesa cómo es que las fotos terminaron en la basura y abandonadas. Ahora es darles vida y acercarlas a otros.”
Villasana intuye que su interés por el pasado urbano viene de familia, pues su madre era maestra de historia y su padre daba clases de ciencias sociales en telesecundaria, fue pionero en la educación a distancia. “Iba a distintos pueblitos de la República, llegaba y empezaba ‘fijate qué’, me hacía sus crónicas”.
Fue en una cena con amigos durante una Feria Internacional del Libro de Guadalajara que recibió la propuesta de publicar parte de su entrañable colección.
La ciudad que ya no existe, celebra Carlos Villasana, transmite nostalgia, cariño por quienes nos anteceden, por la urbe, por lo que nos rodea, por las propias fotos.
En el texto introductorio de la publicación se señala que la Ciudad de México fue erigida sobre las ruinas de Tenochtitlan hace 500 años. Sin reconstrucción, ha coexistido con la Colonia y el México Independiente hasta su rostro actual.