Sostiene que los conquistadores evangelizaron y trajeron la civilización al Nuevo Mundo. Según José María Aznar, ex presidente del gobierno de España (1996-2004), en el siglo XVI sus compatriotas lograron la proeza de unificar a múltiples pueblos originarios bajo la fe que les transmitieron los catequistas que en sucesivas oleadas llegaron a lo que hoy es Latinoamérica.
Aznar refirió que él no tiene por qué presentar disculpas por lo que hicieron sus antecesores en tierras amerindias. Además, sostuvo que el “nuevo comunismo se llama indigenismo” y que la legislación española protegió a los indios. Aznar y múltiples voces en España sostienen que es anacrónico juzgar a los conquistadores de hace cinco siglos con argumentos del respeto a los derechos humanos propios de nuestros días. El problema para él y simpatizantes de la teoría del anacronismo, como María Elvira Roca Barea ( Imperiofobia y leyenda negra. Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español, Ediciones Siruela, 2016) es que desde los inicios de la barbarie conquistadora hubo quienes la denunciaron.
En medio de la empresa colonial española y su evangelización espuria, resonaron las voces y vidas de Antón de Montesinos y Bartolomé de las Casas. Ambos denunciaron la misión de los conquistadores como ajena al Evangelio de Cristo, al imponer una fe que, para ser auténtica, tendría que haberse propagado sin el respaldo militar y las ambiciones económicas de España y Portugal.
Antón de Montesinos desnudó la brutalidad de la colonización española en el Nuevo Mundo. Lo hizo el cuarto domingo de Adviento de 1511 y mediante la exposición de un pasaje bíblico. Gustavo Gutiérrez, basado en lo que reproduce de lo consignado por Bartolomé de las Casas en La historia de las Indias, segmentos de los capítulos 3-5, afirma que la exposición tuvo lugar el 21 de diciembre.
El grupo de frailes dominicos asentado en La Española (isla que hoy habitan República Dominicana y Haití) decidió pronunciarse contra la barbarie cotidiana padecida por la población indígena y los esclavos traídos a tierras caribeñas. Llegado el tiempo de Adviento, sus compañeros deciden que fuera Montesinos quien leyera lo escrito en conjunto. Uno de los presentes, Bartolomé de las Casas, en quien la predicación de fray Antón de Montesinos habría de calar muy hondo, al grado de que desembocaría en su proceso de conversión, fijó para la posteridad el sermón y las primeras reacciones levantadas por el mismo.
Nos dice Las Casas que, a la hora de predicar, Montesinos subió al púlpito y tomó por tema y base de su exposición Ego vox clamantis in deserto (voz que clama en el desierto, Juan 1:23). Después de la introducción “comenzó a encarecer la esterilidad del desierto de las conciencias de los españoles desta isla y la ceguedad en que vivían; con cuánto peligro andaban en su condenación, no advirtiendo los pecados gravísimos en que con tanta insensibilidad estaban continuamente y en ellos morían”.
Haciendo eco de lo anunciado por Juan, Montesinos continuó: “Esta voz, dijo él, que todos estáis en pecado mortal, inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras, mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos de sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios y criador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto que en el estado que estáis no os podéis salvar más que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo”.
El silencio era espeso, nadie se movía de su lugar. Montesinos bajó del púlpito, el efecto de sus palabras lo refleja Bartolomé de las Casas, porque a sus oyentes “dejó atónitos, a muchos como fuera de sentido, a otros más empedernidos y algunos algo compungidos, pero a ninguno, a lo que yo después entendí, convertido”. En 1515 Montesinos y Las Casas viajan a España, con el fin de presentar sus alegatos ante distintas instancias en favor de los pueblos indios y contra las sanguinarias acciones de los conquistadores.
Afirma Gustavo Gutiérrez que “el sermón de Montesinos es el primer jalón en un largo proceso de reivindicación de la dignidad humana de la población originaria [de] América Latina y el Caribe. Un reclamo que sigue vigente en nuestros días”. La conciencia desértica de Aznar no lo entiende.