Desde hace tres años, Carlos Pelu Rivarola, líder de BaNdula, agrupación de folclor dirigida a niñas y niños de todas las edades, trabaja en un proyecto dedicado a Feliciano Mejía, un morelense conocido como El mensajero de Zapata para quien compuso 17 canciones y música instrumental.
Rivarola contó a La Jornada: “Este personaje es encantador, lo conocí hace unos 25 años en Tepoztlán, en la calle principal vendía sus esculturas; en esa época Feliciano tenía 90 años, pero murió a los 109; además tocaba bonito la flauta, platicaba bien sabroso y disfruté su presencia las veces que lo llegué a encontrar”.
Rivarola se enfocó en detallar esta iniciativa, becada por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), la cual culminó y presentará como Feliciano, el mensajero del monte en el teatro Ocampo, de Morelos, el 13 de octubre a las 13 horas.
Dicha idea, sostuvo, surgió “luego de que un alumno de teatro del Centro Morelense de las Artes me regaló un libro-folleto que hicieron para una exposición con las obras de Feliciano. En ese momento, reviví su presencia; además, me cambió la perspectiva, me puso a girar a mil por hora y comencé el proyecto con ayuda de mi esposa y mi hija, el cual fue el que ganó” el apoyo institucional.
Otro aspecto que sedujo al compositor fue la siguiente anécdota: cierto día “Feliciano regresaba del campo y encontró a su mujer con otro hombre. Lo primero que le vino a la mente fue matarlos con su machete, pero oyó a alguien que le decía: ¡‘no hagas eso! Te vas a desgraciar tú y a los demás’. Como era creyente, hizo caso de esa voz, dio la media vuelta, se fue al monte y ese día empezó su vida como escultor” en madera.
Un niño revolucionario
Carlos Rivarola conoció al personaje gracias a un documental, en el que se describía que Feliciano había participado en la Revolución, junto con el general Emiliano Zapata, de quien fue mensajero”.
Recordó que “le pusieron el mote de El mensajero de Zapata, porque en su huarache llevaba escondidos mensajes, además iba al cuartel enemigo. Luego, de ese lugar llevaba noticias a los zapatistas. Tenía 12 años, pero siempre fue pequeñito y supongo que parecía de menor edad. Esa es una primera parte de su historia”.
Feliciano, enfatizó, “era campesino, artesano, artista y siempre fue músico; además, te podía hacer un tapete, un sombrero, una silla o un molcajete”.
Así fue como Rivarola configuró el proyecto titulado Feliciano, El mensajero del monte, el cual “está basado en tres ejes: uno, la vida del personaje; otro, retomar alguna de sus esculturas y, un tercero, en la relación que tuvo con el monte”. A la par, se prepara un audiovisual, que reúne una serie de entrevistas a personas que conocieron a Feliciano Mejía, como el cineasta Juan Carlos Rulfo.
Carlos Rivarola destacó: “Hacen falta estos mensajes, pues la juventud está clavada en cosas tan de la ciudad o de la tecnología que se olvida del amor por la tierra. En realidad, busco llamar la atención de la niñez y la juventud para que volteen a ver hacia la naturaleza”.
Acerca de Feliciano Mejía, la Secretaría de Cultura federal, difundió en 2007, que vivía en Yautepec, Morelos. “Era un sabio, un viejo que vendía animales de palo. Cualquiera que se paseaba por las calles de Tepoztlán en sábado o domingo lo podía ver. Artesano desde siempre, se ganaba la vida vendiendo esculturas que imaginaba en ramas y troncos que luego tallaba con sus ‘fierramientas’, como él las llamaba. Caminaba por el monte ligero y seguro acompañado de su burra, con su hacha y un pan en el morral”.
Durante la presentación al Fonca del proyecto Feliciano, el mensajero del monte, de Carlos Rivarola, el 13 de octubre, se escucharán 12 canciones y seis temas instrumentales, interpretados por ocho músicos. Después, Rivarola vislumbra un espectáculo ya con la agrupación BaNdula, incluidas diversas coreografías, pero eso sería hasta abril o mayo.