Cuando se aborda en los medios de comunicación y en las reuniones internacionales dedicadas a analizar los efectos que ocasiona el cambio climático en el planeta, se menciona el aumento de la temperatura, las olas de calor intenso, los huracanes cada vez más frecuentes y devastadores, las inundaciones, las sequías y la muerte de cientos de personas; las migraciones por falta de agua y comida. Pero muy poco se habla de lo que le sucede al variado y rico patrimonio vegetal, animal y de microorganismos que existe en la Tierra.
En 1992 se aprobó el Convenio de la Diversidad Biológica, ratificado por 193 países. Sus integrantes se reúnen cada dos años con el objetivo central de evaluar el estado de esa diversidad, sugerir medidas para garantizar su existencia y que sea utilizada de manera sostenible y con la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de los productos obtenidos de los recursos genéticos. Pero, además, buscando que las especies, recursos genéticos y ecosistemas se usen racionalmente en beneficio del ser humano.
Se trata de que no se pierdan 1.3 millones de especies que se han clasificado y descrito hasta ahora. Pero son muchas más, pues, según los estudios realizados hasta ahora, en la Tierra viven 8.7 millones de especies marinas y terrestres. Es decir, apenas se conoce científica y físicamente una parte de esa enorme riqueza. Predominan los animales y entre ellos se estima que hay un millón de insectos. En cuanto al complejo y extenso mundo marino, apenas se ha estudiado una parte mínima.
Mientras, las actividades humanas ocasionan una disminución de especies a una velocidad nunca vista. Y ello porque se concretan la mayoría de las veces a costa de los recursos naturales, destruyendo ecosistemas que atesoran flora y fauna. Las selvas tropicales son buen ejemplo de ello: se eliminan para dar cabida a plantaciones que acaban con la incalculable biodiversidad que contienen y le dan vida. La Amazonia, el pulmón verde del planeta, hoy que en Brasil manda el ultraderechista Jair Bolsonaro, sigue abierta a la destrucción. Comenzando por la deforestación para establecer a gran escala la soya transgénica, la cual requiere del dañino glifosato. Agreguemos la construcción de grandes embalses en sus ríos tributarios para generar electricidad, pero que alteran la fauna acuática allí existente y la ribereña. Igual sucede en China.
He mencionado aquí los severos daños que ocasionan los agroquímicos a la fauna y a la flora. Las abejas son ejemplo de lo anterior. Polinizadores por excelencia, además producen miel y cera. Ejemplar ha sido la lucha de las mujeres mayas para impedir que, en aras de una agricultura comercial nada sostenible, se apliquen en la península de Yucatán agroquímicos como el glifosato, pues reduciría notablemente la biodiversidad existente y acabaría con las abejas.
La urbanización acelerada y caótica, la cacería, la captura de animales so pretexto de que poseen propiedades curativas y la deforestación de amplias zonas, son otras formas de diezmar la biodiversidad. A la par, la introducción de especies “exóticas” que desplazan a las locales.
El cambio climático no es la causa principal de la pérdida de biodiversidad y el deterioro de los ecosistemas especialmente las últimas cinco décadas. Pero sí los diezma notablemente. Y es que al reducir la biodiversidad y los variados ecosistemas que integran, las poblaciones enfrentan graves carencias, como la regulación hídrica, mayores problemas para garantizar la producción de alimentos; de medicinas que tienen su origen en plantas y animanles; en la polinización, el control de plagas en cultivos. Además, los ecosistemas marinos y terrestres son los únicos sumideros efectivos de carbono. Captan al año unas 5.6 gigatoneladas. Equivalen a 60 por ciento de las emisiones mundiales liberadas a la atmósfera por las actividades humanas.
Está demostrado que el modelo de crecimiento económico impuesto actualmente, ha diezmado notablemente al planeta en fauna y flora y en los servicios que ellos prestan. Y creado más pobreza, desigualdad social, política y económica para miles de millones de personas, como en México y América Latina. De lo que sucede en esta parte del planeta me ocuparé el lunes próximo.