Moscú. Aunque los principales contendientes se atribuyeron el triunfo con base en sus propias encuestas a pie de urna, la Comisión Central Electoral (CEC), máxima autoridad en la materia de la república ex soviética de Georgia, pieza clave en el Cáucaso del sur, estableció ayer que el partido gobernante Sueño Georgiano (SG) se impuso en las cruciales elecciones municipales del sábado anterior.
Pero lo más importante es que SG consiguió 3.68 puntos más del 43 por ciento de los votos que en caso de no alcanzarse, en consonancia con el llamado “pacto Michel” –llamado así en honor de Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, quien hizo posible el acuerdo de gobierno y oposición que puso fin a la crisis política de abril anterior–, obligaría a convocar elecciones legislativas anticipadas.
Considerado por la oposición como un referendo sobre sus gobernantes, tres meses antes de la jornada electoral el SG desconoció el compromiso de reconocer el carácter vinculante de los resultados de las municipales, pero el oficialismo necesitaba cumplir el requisito –planteado por el mediador europeo–, para seguir gobernando sin que la oposición tuviera argumentos en contra.
Con una tardanza de 11 horas en hacer públicos los primeros resultados de apenas no más de 40 por ciento de los sufragios, el encargado del conteo afirmó más tarde que, con 99 por ciento de las boletas escrutadas, Sueño Georgiano obtuvo 46.68 por ciento de votos frente a 30.70 por ciento del opositor Movimiento Unido Nacional, cuyo líder, Mijail Saakashvili, acabó en prisión el mismo día que puso un pie en Georgia el pasado viernes.
Personaje singular, idolatrado por unos y repudiado por otros, Saakashvili, presidente de Georgia desde 2004 hasta 2013, llegó al país después de ocho años de exilio y de obtener la ciudadanía de Ucrania, lo que incluso le permitió ser gobernador de la región de Odesa, para –según sus propias palabras– encabezar las manifestaciones de sus seguidores en defensa del voto.
No es claro cómo entró Saakashvili en Georgia. Descartado que la policía lo haya arrestado en el mismo aeropuerto de Tiflis, parece más probable que la detención se produjo horas después en un apartamento en la capital georgiana, tras haber ingresado, conforme se dice, escondido en un camión de carga.
El premier Irakli Garibashvili, sin revelar detalles, asegura que su gobierno estuvo informado de todos los movimientos del controvertido político desde antes de su llegada y lo último que se informó de él es que se encuentra recluido en la cárcel de Rustavi, donde empezó una huelga de hambre, de acuerdo con algunos testimonios.
Lo que Saakashvili imaginó como un rocambolesco sueño con regreso triunfal, puede terminar en pesadilla hasta con nueve años de reclusión, por lo menos, estando condenado en ausencia por abuso de poder, corrupción y encubrimiento de pruebas.
La justicia georgiana determinó, en 2018, que el ex jefe de Estado debe pasar tres años en prisión por indultar a cuatro policías acusados de participar en el asesinato del banquero Sandro Gilgvliani y otros seis años, como autor intelectual de una paliza al ex diputado Valeri Guelashvili, que publicó en la prensa una dura crítica contra el entonces mandatario.
Saakashvili, quien asevera que todas las acusaciones en su contra son “fabricadas” y obedecen a motivaciones políticas, enfrenta dos causas penales más.