Para un país fundado sobre la exterminación de los indígenas y la explotación de esclavos africanos y después inmigrantes para su desarrollo económico, el color sigue siendo factor determinante para explicar su presente.
Hoy día los defensores de un pasado definido por la hegemonía blanca tienen razón en estar alarmados. Según cifras recientes del Buró del Censo de Estados Unidos, el país se diversificó de manera significativa esta última década con todo crecimiento en población conformado completamente por latinos, asiáticos, afroestadunidenses y los que se identifican como de más de una raza. Más aún, la población blanca por primera vez se redujo durante esta última década. De acuerdo con el censo, el número de los que se identifican como blancos se desplomó en 8.6 por ciento, a sólo 58 por ciento de la población. Demógrafos calculan que aproximadamente para 2045 los blancos serán una minoría más en Estados Unidos.
A la vez, a pesar de conquistas y reformas logradas por luchas sociales, el racismo no ha sido superado, de hecho, algunos argumentan que la justicia racial ha retrocedido en años recientes. Proclamaciones políticas sobre la igualdad racial son contestadas por datos nada ambiguos: los afroestadunidenses son el grupo más grande de los encarcelados (33 por ciento, casi triple del 12 por ciento que representan en la demografía nacional); uno de cada tres hombres afroestadunidenses nacidos en 2001 será encarcelado por un tiempo durante su vida; uno de cada mil hombres y jóvenes negros morirán a manos de la policía; uno de cada tres niños negros viven en la pobreza, ocho de cada 10 adultos negros con algún nivel de estudio universitario reportan haber sido víctima de discriminacion racial. Para los latinos, los datos son sólo un poco menos terribles.
En casi cualquier rubro socioeconómico, los afroestadunidenses, latinos e indígenas están, como siempre, muy por debajo de todos los demás. Y el racismo sigue siendo una de las principales herramientas de políticos para dividir a los trabajadores.
Más aún, no se puede entender el debate sobre migración –ahora y a lo largo de la historia del país– sin el lente de raza. Es casi imposible recordar noticias sobre redadas, arrestos masivos, detenidos y deportados de migrantes blancos, y eso que existen, por supuesto (6 por ciento provienen de Europa y Canadá, según el Migration Policy Institute).
Más de 44 millones de residentes en Estados Unidos nacieron en otro país, el número más alto de inmigrantes en cualquier nación del mundo, según Pew Research Center. Pero los inmigrantes indocumentados de hoy, sobre todo latinos y otros de “color”, padecen de un trato dramáticamente diferente al que recibieron la mayoría de los millones de inmigrantes blancos que ingresaron sin papeles entre 1900 y la década de los 60, los cuales no fueron sometidos a redadas y deportaciones (https://www.brookings.edu/blog/how-we-rise/ 2021/03/26/us-immigration-policy-a-classic -unappreciated-example-of-structural-racism/).
Los cientos de agrupaciones de odio –incluidos neonazis, el Ku Klux Klan y otros supremacistas blancos– son las tropas de choque de la derecha republicana, y las filas más fervientes de Trump, que sigue cultivando el racismo y el movimiento antimigrante. Las más de 250 medidas promovidas por republicanos en 45 estados están diseñadas para suprimir el voto de color –de afroestadunidenses, latinos e indígenas– así como de blancos pobres. Son los mismos que acusan que los migrantes indocumentados están votando de manera ilegal como parte del gran “fraude” inexistente que dicen haber robado la elección de Trump. Están asustados, incluso listos para destruir a a su propia democracia para “salvarse” y mantener “su America”.
El intento de golpe de Estado del 6 de enero, las maniobras para suprimir el voto, la cultivación del odio contra migrantes, son todo parte de una ofensiva derechista tal vez sin precedente en este país, una que representa la peor amenaza a lo que se llama democracia en Estados Unidos.
Pero el futuro de este país es a todo color.
Sly & The Family Stone. Everyday People.