Hay una extensa discusión acerca del problema de los suministros en la economía global. Las cadenas de abastecimiento ( supply chains) están trastocadas y la repercusión es muy variada y costosa. Esto se asocia a las condiciones creadas por la pandemia del coronavirus y sus efectos en la producción y el consumo. Pero hay más en esta cuestión.
Las cosas se alteran ahora con la recuperación económica que está en curso y presiona las condiciones de la oferta. Esto se advierte en los procesos de producción justo a tiempo, bajo los que se organiza una parte relevante de la producción; involucra cadenas de abasto transfronterizo y con ellas, las condiciones de funcionamiento de los puertos y, en general, de los sistemas de transporte; afecta la producción y precios de la energía.
Se han hallado carencias en los suministros en áreas tan diversas como son: la electricidad; materiales para laboratorios; microcomponentes para fabricación de autos; abasto en supermercados, restaurantes y farmacias.
Hay una enorme falta de choferes de camiones en Gran Bretaña a causa del Brexit que, a su vez, corta la oferta en gasolineras, comercios y fábricas. Afecta incluso la disponibilidad de refacciones para reparar los propios camiones. La imagen parece la de un perro tratando de morder su propia cola. En China hay una crisis de abasto de electricidad. Rusia aprovecha la situación para extender su influencia energética en Europa.
En Estados Unidos faltan papas fritas en Burger King en Florida, se espera la escasez de pavos para el Día de Gracias y árboles artificiales de Navidad. También hay carencia de trabajadores en los sectores de esparcimiento por los cambios que se han dado en el mercado laboral.
En el mercado se expresan las condiciones que tienen que ver con las cantidades y los precios. La esclerosis en los canales de distribución tiende a crear mayor inflación, la que a su vez se aviva por las políticas monetarias y fiscales, aun cuando se discuta si sus efectos son temporales o no.
La crisis de los suministros se complica, además, con una situación como la que priva en el sector de la energía, donde los precios están subiendo de manera notoria e impacta los costos de producción, los precios de los bienes y servicios.
Los problemas en las cadenas de suministros exhiben las repercusiones de un fenómeno inesperado como es la pandemia. Se afectaron la organización productiva y las condiciones sociales. El proceso continúa. Pero se muestran también las consecuencias de cambios de índole estructural en la conformación de la producción y de los mercados.
Durante muchos años, en la medida en que se extendía y profundizaba el fenómeno de la globalización, se ensalzaba la eficiencia de las cadenas globales de suministros y el entramado que las sostenía. China se encumbró en esa red. Se alteraron los esquemas productivos y financieros, los mercados laborales, las configuraciones regionales, las corrientes de inversión, los patrones de consumo. Se privilegiaba expresamente la “soberanía del consumidor”.
Como ocurre en los periodos de crisis hay otros elementos que surgen y exigen atención. Así ocurrió con el derrumbe financiero de 2008. Ahora hay que hacerlo también.
Hay factores que se ponen de relieve en la situación actual y que remiten a una serie de políticas que formaron parte esencial de la globalización y que repercuten en las condiciones de la oferta. Entre ellas: una laxa política que ha alentado la consolidación de condiciones monopólicas en muchos sectores clave (como farmacéutico, transporte marítimo y de ferrocarril, electrónica); la creación de nuevas pautas de producción a escala nacional y el impulso a las transacciones financieras sobre la inversión productiva.
Los políticos, estén en el poder o en la oposición; los técnicos que diseñan las diversas políticas públicas; quienes las gestionan en el gobierno; los que administran los recursos del Estado; los que estudian los procesos económicos asociados con el crecimiento y el desarrollo, no pueden perder de vista las cuestiones asociadas con la organización industrial.
Digamos que esta se asienta en el funcionamiento microeconómico y que a su vez se agrega en la macroeconomía. Lo usual es que esta última se considere el elemento clave de la gestión económica y hasta del lucimiento político, y que en ese entorno se tomen medidas para afectar supuestamente lo que pasa el nivel del suelo. Ése es, precisamente, el nivel, en donde operan los inversionistas, los empresarios, los trabajadores, los consumidores, y toda una amplia serie de agentes económicos. Ahí reside la cuestión del impulso sostenido de la expansión productiva y el bienestar de la población.
La transmisión del entorno macro, expresado en el presupuesto federal anual, hasta el nivel micro, el de suelo, es muy problemático. No puede darse de modo automático y lo que requiere es el trabajo sistemático, continuo, persistente, de impulso a las actividades productivas, el incremento de la productividad, la educación y capacitación, la generación y el alza de los salarios y las prestaciones. Esto no ocurre en México, no de manera oportuna y suficiente aun con el T-MEC. Los trastornos de la crisis de suministros pueden ser ahora más relevantes.