En lo que fue el ex templo y antiguo Convento de Santa María de la Encarnación del Divino Verbo, hoy sede de la Secretaría de Educación Pública (SEP), se gestó una de las expresiones artísticas más importantes del país y un hito que marcó el desarrollo del arte mexicano.
Entre 1922 y 1928, Diego Rivera, Jean Charlot, Roberto Montenegro, Xavier Guerrero y Amado de la Cueva, invitados por el secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, se dieron a la tarea de plasmar más de 200 frescos que marcaron la historia del muralismo mexicano posrevolucionario.
Los muros de la SEP se convirtieron en la plataforma para que los mexicanos pudieran acceder a las expresiones artísticas, entre ellas la pintura mural, concebida en aquellos años como un instrumento de alfabetización gráfica sobre la realidad social del país.
Especialistas señalan que se trata de una pintura que representaba los problemas sociales de la colectividad, se estableció una imagen de los grupos mayoritarios y nuevas formas de representación de las clases sociales y las identidades étnicas.
Su principal autor, Diego Rivera, realizó de forma ininterrumpida su obra en dos patios. El primero denominado Patio del Trabajo, porque en él plasmó escenas relacionadas con actividades laborales. Al espacio contiguo lo denominó Patio de las Fiestas, donde recrea diversas festividades mexicanas.
Con el tiempo, el complejo arquitectónico de la SEP se enriqueció con la incorporación de los inmuebles de la ex Aduana de México y dos casas intermedias, espacios en los que intervinieron artistas como Eric Mose, Federico Canessi, Cirilo Almeida Crespo, David Alfaro Siqueiros, Alfredo Zalce, Luis Nishizawa, José Chávez Morado, Raúl Anguiano y Manuel Felguérez.