La creación de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg) el 12 de febrero de 1959, por decreto del presidente Adolfo López Mateos, marca el inicio de uno de los programas educativos más exitosos desde la fundación de la Secretaría de Educación Pública (SEP): el libro de texto gratuito.
El proyecto, impulsado por el entonces secretario Jaime Torres Bodet, fue encabezado por el escritor, periodista y político Martín Luis Guzmán, primer presidente de la Conaliteg, institución desde la cual “convocó los primeros concursos, contrató autores, ilustradores y fotógrafos. Los primeros libros de texto, realizados en 1960, alcanzaron 13 reimpresiones”, informa la SEP.
A pesar de que el anhelo de garantizar el acceso a materiales de lectura y cartillas para los alumnos de instrucción elemental de forma gratuita se remonta al Porfiriato, concretarlo fue posible hasta la creación de la Conaliteg y el inicio de la producción de millones de libros bajo el esquema de gratuidad, obligatorio, único y laico, lo que generó no pocos desencuentros entre diversos sectores, así como una intensa disputa por sus contenidos.
Por primera vez, los alumnos de escuelas rurales y urbanas, públicas y privadas, tendrían los mismos materiales, los cuales funcionarían también como guía de los maestros para los procesos de aprendizaje que se desarrollarían en las aulas.
Frida Villavicencio Zarza, profesora-investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas), experta en lenguas indoamericanas y en el estudio de materiales para niños y jóvenes en contexto de diversidad lingüística y cultural, destacó que si bien el libro de texto gratuito ha sido considerado garante de una educación con equidad, que protege a las clases menos favorecidas, en México no fue sino hasta 1993 cuando la Conaliteg produjo los primeros en lenguas indígenas.
Debieron pasar, dijo, 30 años desde la primera entrega de estos materiales gratuitos para que la SEP contemplara la producción de materiales en lenguas maternas. Recordó que desde los años 30 del siglo pasado, el objetivo de la educación elemental y primaria era la castellanización de la población indígena.
Pasaron muchos años para que transitáramos de una asignatura de lengua nacional en la boleta de calificaciones a español. Fue necesaria una reforma constitucional para que se entendiera que la diversidad lingüística era una riqueza, un patrimonio. Fue necesario que cambiara el mundo para comprender que es importante para el desarrollo de un niño ser alfabetizado en su lengua materna.