Algunos fingieron ignorancia; otros “olvido” o simplemente callaron por ser cómplices del asalto al Conacyt y áreas circundantes, pero, eso sí, hoy todos cínicamente se dicen “sorprendidos” por los “sucesos” en el ámbito de la ciencia y la tecnología en México, es decir, por el uso indiscriminado de recursos del Estado para favorecer a la cúpula empresarial y a grupúsculos de la élite científica que no comen en fondas, “porque no dan facturas”.
El presidente López Obrador lo ha dicho en reiteradas ocasiones: “en el gobierno no estamos en contra de los investigadores, lo repito, un investigador del Conacyt no debe preocuparse, no tiene nada que temer; estamos en contra de la corrupción, de la riqueza mal habida”. Por ejemplo, los integrantes del Foro Consultivo Científico y Tecnológico (fundado en el sexenio de Fox), “una burocracia que se fue creando ahí y se dedicó a medrar. Me hablaban de una partida que usaron, y están los datos, de 571 millones de pesos y sólo destinaron 100 millones a proyectos de ciencia y tecnología”
Pero este asunto que recién se denunció sólo es la punta del iceberg de los malos manejos presupuestales en investigación y desarrollo tecnológico (IDT), es decir, la descarada cuan creciente “transferencia” de dineros de la nación al sector privado en los sexenios de Fox, Calderón y Peña Nieto, dejando en la inanición financiera a los centros de investigación del Estado. Este trío desvió alrededor de 100 mil millones de pesos para que los grandes corporativos privados (nacionales y foráneos) financiaran con recursos públicos sus proyectos tecnológicos y, ya logrados, el gran capital registrara para sí las patentes.
De acuerdo con lo recientemente denunciado, el citado foro se embolsó alrededor de 571 millones de pesos de recursos públicos, y para tapar el ojo al macho de ellos destinó 100 millones para supuestos proyectos de ciencia y tecnología. El resto, para la buena vida de sus integrantes. Sin embargo, el desvío de recursos públicos a los grandes consorcios privados fue una sangría permanente en los últimos tres sexenios.
Dicha práctica se denunció desde abril de 2008, y con la llegada de la 4T, la directora del Conacyt, María Elena Álvarez-Buylla, documentó –prácticamente para estrenar puesto– el desvío de fondos públicos para financiar al gran capital en investigación y desarrollo tecnológico en los tiempos foxistas, calderonistas y peñanietistas.
En enero de 2019 denunció: “con Peña Nieto, del presupuesto público a ciencia y tecnología se hicieron transferencias por alrededor de 50 mil millones de pesos a distintas empresas privadas, pese a que el presupuesto público para la ciencia ha sido raquítico”. Más adelante, documentó el oscuro manejo de recursos del sector: “lo que encontramos está muy ligado al uso discrecional, opaco, a partir de los fideicomisos; se realizaron (2013-2018) transferencias millonarias al sector privado vía Conacyt; sólo a través de los fideicomisos y un programa, 41 mil 624 millones. Con EPN, 44 por ciento de los recursos gestionados desde el Consejo fueron transferidos al sector privado”.
¿A quiénes beneficiaron? Por ejemplo, Kimberly Clark (Claudio X. González), Volkswagen, Mabe (la empresa que daba descuentos al gobierno a cambio de condonación de impuestos), Telmex (no podía faltar Slim), Televisa (Emilio Azcárraga Jean), Bachoco (familia Bours, la de la guardería ABC de Sonora), Banco Azteca (Ricardo Salinas Pliego), Bimbo-Barcel (los muy católicos Servitje), Femsa (el diablo Fernández), Comex (familia Achar, con su operadora Josefina Vázquez Mota), Grupo Posadas (de Gastón Azcárraga, quien destrozó Mexicana de Aviación y sigue prófugo de la justicia, aunque todos saben dónde vive); Banamex-Citigroup (que se quedó con Aeroméxico y sus socios mexicanos no pagaron impuestos), más todas las trasnacionales automotrices (General Motors, Daimler-Chrysler, Volkswagen, Nissan y Ford), por sólo citar algunas. Que al final de cuentas son las mismas que asaltaron al país en todas las áreas.
Pero ante este pillaje, otro asalto al erario, los gritones de hoy permanecieron mudos.
Las rebanadas del pastel
Si de lacras se trata, ahí está José María Asnar, hijo de Franco y de José Antonio Primo de Rivera, quien de la mano de Vox reivindica la barbarie del imperio español, no sin antes subrayar que “el nuevo comunismo de Latinoamérica se llama indigenismo”. Cuánto habría avanzado la humanidad sin escorias como esta.