“Vía exprés, haitianos arrojados a la miseria y a las violencias de las que huyeron. Tapachula se ha convertido en un muro burocrático infranqueable para los migrantes”.
En un espléndido artículo, Blanche Petrich nos dice que los haitianos rechazados en México y en Estados Unidos deportados vía exprés, sin posibilidad de regularizar su situación de tránsito y estancia, aterrizan en Puerto Príncipe y quedan a la deriva sin un horizonte de futuro más que la miseria de la que huyeron años atrás y la violencia de las pandillas que asuela.
Repetición de las historias si leemos la descripción de Aristóteles en Metafísica. Libro uno.
Esta perplejidad inicial ante las maravillas de lo real no explica por sí sola el rápido desprendimiento de las cosas que lleva a cabo el filósofo.
Se necesita algo más que un simple pasmo, primero, para justificar el origen de la filosofía.
Este “algo más” es la violencia tal y como aparece descrita magistralmente por Platón en R epública. Libro 7. Esto es, en su famoso mito de la caverna.
María Zambrano lo sintetiza en Claros del bosque y nos dice el duro esfuerzo ascensional del esclavo liberado hacia el mundo de arriba simboliza esta violencia que rompe el primitivo embeleso del prisionero ante las sombras, ante las cosas del mundo, sensible, para dirigirse a la contemplación del mundo verdadero.
La filosofía nace de este acto violento de separación de la inmediatez de lo real que inhibe la perplejidad puntera del hombre ante lo que tiene en torno.
De hecho, Zambrano define la filosofía como un éxtasis fracasado por un desgarramiento, como un pasmo que se traiciona a sí mismo. Interpreta, por tanto, el nacimiento de la filosofía como una ruptura, como un desgarro del hombre respecto a la unidad de lo real.
La filosofía es un saber que, en lugar de mantener al sujeto delegado a lo real, lleva a cabo la tarea contraria, la fractura con las cosas, la separación, el desprendimiento de lo originario apego o unión con el mundo real.
Los desarraigos del mundo suponen la acción misma que fundamenta el pensamiento filosófico que sólo se constituye como fruto de una escisión de la realidad que hace del hombre un ser que está atento a las cosas, no al lado de ellas.
En Claros del bosque, Zambrano invierte el significado que Platón atribuyera al mito de la caverna.
Si para el filosofo griego el violento desprendimiento de las sombras tenía una connotación positiva, por ser un requisito inaprensible para la consecución de la verdad y la virtud moral, este desprendimiento tiene una connotación negativa de desvío de verdad, de alejamiento de la realidad.
La perversión o inhibición de esta disposición natural supone una ruptura entre el hombre y el mundo.
¿Por lo demás, parece que seguimos en el proceso de la caverna?