El banco de datos del Comando para la Tutela del Patrimonio Cultural (TPC) en Italia cuenta con un millón 300 mil fichas de obras de arte robadas. Esa es una de sus principales herramientas para combatir el tráfico ilícito de piezas por parte de bandas del crimen organizado y uno que otro ladrón independiente que muchas veces realizan transacciones con esos tesoros artísticos con el fin de lavar dinero.
Así lo explica en entrevista con La Jornada el comandante Roberto Riccardi (Bari, Apulia, 1966), jefe de ese grupo especializado de carabineros que han rescatado para México invaluables objetos prehispánicos. Una de sus acciones más recientes fue suspender una subasta en Roma y asegurar una veintena de obras mesoamericanas (17 procedentes de culturas antiguas del país), como lo detallamos en estas páginas el pasado 18 de septiembre.
El general y escritor italiano tiene a su mando más de 300 elementos, que operan en todas las regiones de Italia. Colaboran especialistas con más de 20 años de experiencia, entre arqueólogos, historiadores y expertos en arte contemporáneo.
“En total, contamos con 8 millones de datos en nuestros archivos, es un fuerte instrumento para realizar nuestro trabajo, al igual que la tecnología. En estos momentos nos ocupamos en el desarrollo de un software para hacer posible que, a finales de 2022, una búsqueda sea automática y la comparación instantánea tan sólo con ingresar una imagen”.
Los carabineros TPC, como se les conoce, rastrean en Internet piezas robadas, donde se han incrementado las páginas que las ofrecen, “sobre todo en la web profunda y, por supuesto, revisando a detalle los catálogos de las subastas de arte, pues en Italia hay, en promedio, unos 30 remates cada mes, donde muchas veces aparecen bienes patrimoniales importantes de varias culturas del mundo.
“El control es constante, no hay una subasta que no supervisemos, gracias a ello, las casas de remates han comenzado a colaborar y prefieren retirar de la venta los objetos que les indicamos, pues hay que pensar que ellos son sólo intermediarios y deben cuidar su reputación.”
El eficiente trabajo que los carabineros TCP realizan se ve reflejado en la disminución del tráfico ilícito de obras de arte en esa nación europea, que entre 2019 y 2020 se redujo 17.6 por ciento.
Riccardi explica que el patrimonio arqueológico es el más codiciado: “no imaginarías que hay coleccionistas que tienen en una habitación de sus mansiones hasta mil piezas precolombinas, chinas o grecolatinas, pero también hay quienes van tras el arte sacro y, particularmente, circulan mucho las falsificaciones de obras contemporáneas, hay un gran negocio en torno a este rubro porque es muy sencillo de copiar, pero también porque es una forma fácil de lavar dinero.
Labores de inteligencia
“Así como nosotros debemos saber todo sobre la materia, también existen mafias especializadas. Son organizaciones que conocen muy bien las culturas, identifican si una pieza es olmeca, zapoteca, mexica o maya. Son personas del sector.
“El tráfico ilícito de bienes culturales toca a todos. No existe ningún país que no esté involucrado, ya sea como origen, destino o territorio de tránsito. Por eso es importante la cooperación de las fuerzas policiacas y poner atención en las aduanas. Sin embargo, hay fronteras terrestres donde el trasiego ilegal se da en automóviles o camiones y no hay mucho control, contrario a lo que pasa en aeropuertos y puertos. La cooperación con las autoridades culturales es otro aspecto muy importante. Hay que estar en contacto permanente con directores de museos y sitios arqueológicos porque la información sobre objetos robados es nuestro pan de cada día. En México hay mucho interés por recuperar su patrimonio, celebro que ya se está hablando de constituir un comando similar”.
El general Riccardi fue designado comandante en jefe de la agrupación (fundada hace 52 años) en 2019, al considerar su pasión por la cultura y las letras. Él mismo es especialista en arte contemporáneo, capaz de determinar con una simple mirada si se encuentra frente a una falsificación, aunque, aclara: “por supuesto no lo digo en voz alta hasta que lo compruebo con el expediente y documentación”.
Con entusiasmo, narra una de sus operaciones recientes: la captura de unos saqueadores de tumbas, “tombaroli, en italiano”, en la región de Calabria, “una zona difícil del sur de Italia por la presencia del crimen organizado”, a los cuales descubrieron y fotografiaron con el uso de drones, “no pudieron negar la excavación ilícita, teníamos las imágenes. Así operamos”.
Como cualquier mercado, añade Riccardi, en el tráfico ilegal de patrimonio cultural “no existiría la oferta si no hubiera demanda, por ello es importante concientizar a los coleccionistas privados. Antes, los grandes museos del mundo adquirían las obras y no se fijaban en su procedencia, actualmente esto ha parado gracias a los convenios internacionales, una gran parte del mercado se contrajo por ello.
“Pero queda el coleccionista privado, que adquiere los artefactos para tenerlos en una habitación personal. Sin embargo, hoy deben estar atentos a que no se filtre una foto de su casa en Internet, porque es suficiente que un niño difunda una imagen en Instagram de su casa para que circule por el mundo y, si ahí parece una pieza robada, la identificarán los programas de rastreo.
“Por fortuna, poco a poco, también están apareciendo coleccionistas que devuelven piezas. Es decir, hay un tendencia mundial encaminada a recuperar y proteger el pasado, quizá llevará tiempo detener el trafico ilícito, pero vamos en esa dirección, Roma no se construyó en un día.”