“Esa es la esencia de la fantasía: transformar la realidad en imaginación”
Ray Harryhausen
El Sol de California bañaba los sets de Hollywood camino a su consolidación industrial en 1920 cuando nació en plena urbe de Los Ángeles un niño que no necesitó ni la instrucción primaria para definir una vocación. A los cinco años quedó encantado con los espectáculos de marionetas, mostrando destreza, sentido del espacio y del movimiento a fin de confeccionar sus muñecos y contar cuentos. El juego infantil progresó como conocimiento, técnica e innovación, con el propósito de crear a varias de las criaturas más emblemáticas de la historia del cine. Artesano, genio y leyenda, el imprescindible animador Ray Harryhausen.
El gorila de los sueños
Como suele pasar con los grandes creadores, el rumbo lo traza una gran epifanía, el encuentro con un acto, un evento, un personaje, que definen la orientación como el impulso que permanecerá por siempre. Para Ray, el suceso se dio en la sala del teatro Chino de Los Ángeles cuando vio el estreno de Kin Kong (Ernest B. Schoedsack y Merian Cooper) en 1943, es decir, cuando tenía 23 años de edad. En la cinta, la combinación de figuras en miniatura con la acción viva de los actores creaba un espectáculo asombroso que hizo de la técnica de stop-motion (filmación cuadro a cuadro de las criaturas) y la posterior dinamation (las criaturas contra proyecciones y elementos reales combinados), una técnica encumbrada por los espectadores y potenciada por los grandes estudios.
El joven Harryhausen contó con el apoyo en casa para construir maquetas y experimentar con filmaciones caseras, esencialmente con dinosaurios, las criaturas que más le atraían. Contactó a Willis O’Brien, el responsoble de dar vida a Kong, y le mostró los modelos de su autoría, con dinosaurios que llamaron la atención de Willis, pero no escaparon a su crítica precisa por problemas de tamaño, conformación muscular, texturas de piel y otros detalles que el joven Ray tomó como su primera gran lección. Aconsejado por O’Brien fue que acudió a la escuela de arte, dando un gran salto en conocimiento de anatomía, perspectiva, sombras... Su talento encontró la correcta línea académica, donde además conoció a un amigo de toda la vida: Ray Bradbury, quien se ganaría un lugar importante en la literatura y entregó a Harryhausen el Óscar por su carrera en 1992.
Estampida de criaturas
Empezó a trabajar profesionalmente, pero sus esfuerzos se convirtieron en animaciones de instrucción militar cuando llegó la Segunda Guerra Mundial, entre las que destacó el corto How to Bridge a Gorge (1941), un elaborado maquetístico con modelos de guerra para mostrar cómo tender un puente a una patrulla de reconocimiento en un desconocido terreno accidentado. Al final del conflicto, el ejército tiró miles de pies de película (caducada y no), material que Harryhausen recuperó para sus propios rodajes independientes. Filmó una serie de cortos para niños en que los conocimientos de ingeniería de su padre fueron fundamentales para hacer que sus personajes tuvieran estructura móvil interna. Articulados y vivos, su vestuario fue adecuado, hecho por su madre.
Llegó entonces el llamado de Willis O’Brien para que se sumara al equipo que haría Mighty Joe Young (Ernest B. Schoedsack, 1949). Era el gran sueño cumplido: animar a un nuevo gorila para el cine, además, con el mismo equipo de producción que produjo Kin Kong. La película fue reconocida en sus méritos técnicos, pero lo que Ray adicionó no le dio el gran premio de la academia de Hollywood, sino a su mentor, quien llevaba el crédito principal. De cualquier manera, Ray había dado un salto de calidad técnica, lo que pudo mostrar en The Beast from 20,000 Fathoms (Eugéne Lourié, 1953), que adaptaba un relato de su amigo Ray Bradbury, a quien originalmente plagiaban la historia y el estudio terminó comprando los derechos.
Desde ese momento se continuaron las producciones espectaculares con sus criaturas como It Came from Beneath The Sea (Robert Gordon, 1955) y por supuesto los platillos voladores que causaron impacto mayor en Los visitantes del espacio (Fred F. Sears, 1956), con las naves extraterrestres que tenían anillos que giraban en sentido contrario, lo que les daba una sensación realista que sorprendió a espectadores y futuros cineastas, como Tim Burton, quien hace un homenaje declarado al trabajo de Harryhausen en Marcianos al ataque (1996). Las naves fueron los primeros elementos mecánicos, no vivos (fueran pulpos, humanos, gorilas, dinosaurios...) que Ray puso en funcionamiento, lo que le daría un conocimiento particular para crear posteriores estatuas vivientes, actuando como autómatas mecánicos.
En 20 Million Milles to Earth (Nathan Juran, 1957), se cuenta sobre una criatura extraterrestre que cae en Italia y devasta Roma. Ray creó a Ymir, un monstruo humanoide que se convirtió en uno de los preferidos y más copiados en el cine fantástico. Como Kong, Ymir se convierte en un destructor intimidante no por naturaleza, sino como respuesta a las agresiones humanas. Ray parecía haber alcanzado un tope de maestría como animador, pero llegó la serie de aventuras de Simbad que inauguró el largometraje Simbad y la princesa (Nathan Juran, 1958), donde su calidad creció. La cinta tiene escenas formidables, con un cíclope que actuaba con mucha mayor naturalidad que sus criaturas anteriores, un alucinante dragón gigantesco, y algo único: un esqueleto combatiente con espada en mano. Sería una figura icónica de su arte.
Muchos largometrajes le permitieron hacer combinaciones de perspectiva forzada, y una variedad de criaturas, manejo de velocidades, efectos invertidos, enmarcar con elementos reales y fondos animados, etcétera, para legar personajes y momentos formidables en películas como Los viajes de Gulliver (Jack Sher, 1960), La isla misteriosa (Cy Endfield, 1960), First Men in the Moon (Don Chaffey, 1963) llegando a la clásica Jasón y los argonautas (Don Chaffey, 1963). Ray siempre se sintió atraído por los relatos clásicos y la gran mitología, encontrando en este proyecto una oportunidad que capitalizó de todas las formas: agigantó seres respecto del relato original (Talos es una estatua colosal); creó a la poderosa Hidra con siete cabezas en impecable animación simultánea, que da vida independiente a cada una de sus fauces, y por supuesto una de las secuencias de acción más famosas de la historia del cine, esto es, esqueletos saliendo de la tierra para esgrimir espadas y escudos en feroz batalla. Agresivos, con expresividad asesina en la gesticulación plasmada en la contorsión de sus cráneos, con una velocidad y reflejos que acotan las posibilidades de supervivencia de los combatientes humanos, creó siete esqueletos para un total de 35 movimientos simultáneos fotograma por fotograma, una proeza visual y técnica nunca vista en la historia de la animación.
Los huesos y la perfección
Como dibujante y escultor, realizó piezas absolutamente sorprendentes. En el arte cinematográfico de la creación de personajes fantásticos, muy pocos han podido ser referentes en ambas cosas. Los dibujos de Ray (muchos inspirados en ilustradores clásicos, como Doré), podían venderse como pósteres, con impecables trazos de carboncillo y lápiz que eran complejos, profundos y detallados, mucho más que un boceto guía para el desarrollo de las criaturas de animación. Ray Harryhausen, desde la arcilla simple hasta los compuestos con materiales mezclados y el acabado que mostraba perfección como la serpenteante Medusa en Furia de titanes (Desmond David, 1981 ), el detalle exacto de la pátina verdosa sobre el bronce de Talos en la citada Jasón y los argonautas, la textura de madera en el mascarón vivo de una embaracación en Simbad y el ojo del tigre (Sam Wanamaker, 1977), el dinosaurio vigoroso de El valle de Gwangi (Jim O’Connolly, 1959), marcó el trabajo de futuros maestros de la animación tradicional, infográfica y de animación 3D, como Dennis Muren y Phil Tipett.
Con Furia de titanes Ray Harryhausen decidió retirarse, pero dejando momentos extraordinarios con un Pegaso imperioso, un Kraken fascinante, y un hombre de rostro demoniaco en Calibos, que llevaba a otro nivel el aspecto ya muy logrado de su gigante Trog en Simbad y el ojo del tigre. Perseo decapita a Medusa y enfrenta al Kraken con esa misma cabeza aterradora, capaz de petrificar al gigante. La gran mitología en un estupendo relato fílmico, con un magnífico creador de imágenes fantásticas; una maravilla.
Nada perdura como la visión del monstruo
Ray Harryhausen se fue en 2013 a los 92 años, dejando una variedad de técnicas y secuencias clásicas que no serán borradas por el mundo de la perfección digital. Pase lo que pase, sus esqueletos, seres mitológicos, gorilas gigantes y extraterrestres colmarán el imaginario de nuevos creadores. Para muchos siempre será la gran inspiración. El fantástico animador y cineasta Nick Park (Wallace & Gromit) declaró: “En mi mente, él siempre será el rey de la animación stop-motion. Peter Jackson, quien quiso ser su aprendiz y buscó homenajearlo en la saga de El señor de los anillos (2001) y en su versión de King Kong (2005), escribió en el libro The Art of Ray Harryhausen (editorial Billboard Books, 2006) que Ray es el “más grande maestro del género de la fantasía cinematográfica”.