Nueva York., Durante décadas, mujeres y niñas, la mayoría negras, denunciaron la red de abusos que había montado el cantante R. Kelly, pero sus voces siempre fueron ignoradas.
Los testimonios escabrosos que se sucedieron durante semanas dejaron al desnudo los delitos de Kelly. Para muchas víctimas y sus defensores, el depredador modo de operar no era nuevo. Simplemente era la primera vez que la policía, la justicia y la sociedad en general se lo tomaron en serio.
Ahora, la condena de la otrora estrella de R&B, como jefe de una red delictiva que perduró décadas, no hace más que poner de manifiesto la escasa atención que recibieron las víctimas y sus defensores.
“Durante años, me acosaron por denunciar los abusos que sufrí a manos de ese depredador”, escribió en Instagram, tras conocerse el fallo del jurado, Jerhonda Pace, una de las personas que dio su testimonio contra Kelly en el Tribunal Federal de Brooklyn.
“La gente me llamaba mentirosa”, aseguró Pace, quien relató ante el tribunal que Kelly intentó asfixiarla hasta que perdió el conocimiento cuando era adolescente. Al volver en sí, le exigió tener sexo.
Kenyette Barnes, cofundadora del movimiento #MuteRKelly en 2017, señaló que la condena, que mucha gente piensa que salda una deuda, se debe a la “sangre, sudor y lágrimas de las mujeres negras que nunca se rindieron”.
Antes de que se hiciera viral esa etiqueta, los denodados esfuerzos que realizaron las mujeres negras y sus defensores para alertar sobre los abusos de Kelly habían sido “silenciados” y “amenazados”.
“En la superficie –señaló Barnes– las negras no son violables ni tampoco creíbles.”
El primer caso documentado de los abusos de Kelly se remonta a los años 1990. Pero durante décadas, las mujeres y jóvenes negras cuyas vidas fueron rotas por la poderosa estrella fueron invisibilizadas, en el mejor de los casos.
El juicio de 2008 contra Kelly por pornografía infantil –en el que fue absuelto– se centró en una grabación sórdida del cantante teniendo sexo y orinándose encima de una joven que llegó a ser conocida como la “cinta del pipí”.
El crítico de música de Chicago Jim DeRogatis, quien recibió una copia de un remitente anónimo y la entregó a la policía, informó de los sistemáticos abusos de Kelly durante años.
“Lo más repugnante que haya visto”
DeRogatis, blanco de mediana edad, pensó que la grabación –“la cosa más repugnante que haya visto”–, según comentó a Afp, habría bastado para hundir a Kelly, pero no fue así.
Según el crítico, a la sociedad estadunidense “no le importaba nada y menos las jóvenes negras”.
LaShanda Nalls –que ayuda a las víctimas de violencia sexual en la organización con sede en Chicago Resilience–, destacó que las mujeres de color pueden sentirse todavía más “aisladas”.
“A muchas jóvenes negras se les niegan los servicios, no se les cree y las relegan a la categoría de que no preocupan a nadie”, señaló.
La cantante Sparkle, de 46 años, durante años denunció el comportamiento perturbado de Kelly, lo que le cerró muchas puertas.
En el juicio de 2008, declaró que la niña del video repugnante era su sobrina de 14 años.
“Me sentí como si estuviera cargando sola este peso”, declaró esta semana en una entrevista con New York Magazine.
“Ni siquiera cuando surgió #MeToo pensé que podría ser para mujeres negras. ¡Estamos tan marginadas! No nos dan el mismo apoyo que a las blancas. Nos tratan como si fuéramos lo peor.”
Las jóvenes negras también se enfrentan a obstáculos de “adultificación” e “hipersexualización” desde muy jóvenes, haciéndolas más susceptibles a los abusos y a su consiguiente desprecio en un país cuya historia de sometimiento racial está muy arraigada.
En 2017 un estudio de la Universidad de Georgetown concluyó que las jóvenes negras son vistas como si necesitaran menos protección y cuidados que sus pares blancas.
El estudio del Law Center on Poverty and Inequality de la universidad concluyó que de las respuestas de los adultos se desprendía que los niños negros son vistos como si fueran “más adultos” y que su vida sexual empieza a partir de los cinco años.
La idea que dan estas percepciones, resaltó Barnes, es que “no hay protección”.
Espera que el veredicto de Kelly ayude a sus víctimas a empezar a “sanar”.
“Hablar del abuso no es fácil”, escribió Pace, que tiene ahora 28 años. “Independientemente de lo que pienses de mí o cómo veas las cosas, hoy hice historia”.
"Estoy feliz de haber cerrado al fin este capítulo de mi vida”, concluyó.